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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Hacia el cierre de un círculo?

Manuel Rico

A principios de los años setenta, escribir poesía desde planteamientos figurativos suponía situarse fuera de la corriente dominante del momento, un culturalismo tamizado por el neomodernismo, la irracionalidad, la vuelta a las vanguardias. En los ochenta, sobre todo a partir del ecuador de la década, no sumarse a la reacción de lo figurativo tenía las mismas consecuencias para el poeta que decidiera buscar caminos distintos. Con algunas excepciones, las antologías y los análisis de la poesía de aquella etapa asumían como verdad universal la formalización realista sustentada en la experiencia.

De ese proceso dio cuenta Luis Antonio de Villena en tres antologías: Postnovísimos (1986), Fin de siglo (1992) y 10 menos 30 (1997). Y lo hizo aplicando un método que, a lo largo de la historia, se ha mostrado sumamente eficaz y que, con excepción de Postnovísimos (que reflejaba cierta pluralidad), no ha sido otro que el de afirmar una tendencia. Con un doble efecto: fijar unos nombres y, a la vez, silenciar otros. En consecuencia, sus antologías han sido fedatarias de un proceso cuasi circular y ordenado del siguiente modo: diversidad inicial, canonización del realismo, auge de la poesía de la experiencia y crisis de ambas. De la lógica razonada a la lógica de lo irracional; de la poesía cuestionadora del culturalismo y de las vanguardias a la que ve sin desconfianza algunas de sus propuestas.

LA LÓGICA DE ORFEO

Luis Antonio de Villena

Visor. Madrid, 2003

339 páginas. 14 euros

La lógica de Orfeo es, como no es difícil deducir de lo anterior, un acercamiento al cierre del círculo. En ella, Villena nos ofrece la trayectoria de 18 poetas nacidos a partir de 1965 en cuya obra advierte ese giro. Quizá con las excepciones de Elena Medel, Abraham Gragera, Ana Merino y Antonio Lucas, todos ellos han iniciado su escritura partiendo de un realismo entre meditativo y experiencial y, con el tiempo, han evolucionado hacia senderos híbridos en los que convive esa línea con la búsqueda de ciertas zonas oscuras de la conciencia y del lenguaje. Se trata de un giro suave, que si algo evidencia es el ambiente de pluralidad y tolerancia en que, desde hace al menos un lustro, se mueve la poesía española más joven.

Así, en La lógica de Orfeo

conviven poetas con un componente experiencial dominante como Andrés Neuman, Eduardo García, Luis Muñoz, Alberto Tesán o José Luis Piquero, con la creciente depuración expresiva de un Rodríguez Marcos orientado hacia una mayor tensión existencial, con la búsqueda de la zona de sombra de lo real de Álvaro García, con el sutil impresionismo de Pelayo Fueyo, con el ahondamiento meditativo de Lorenzo Oliván o Fruela Fernández o con la mezcla entre lo tradicional y lo órfico de Josep M. Rodríguez, Lorenzo Plana, Carlos Pardo y Juan Antonio Bernier. Villena ha dado un paso más en el proceso antes apuntado. Un proceso que, sin embargo, corre el riesgo de empantanarse debido a una excesiva propensión a reiterar nombres ya antologados. Por ejemplo, Álvaro García y Luis Muñoz llevan formando parte de las sucesivas oleadas de renovación de Villena desde 1992: se estrenaron en Fin de siglo, formaron parte de 10 menos 30 y, ahora, acompañan a otros cuatro poetas que también estuvieron en ésta (Plana, Tesán, Piquero y Pardo), lo que quiere decir que un tercio de esta antología procede de la anterior. En otras palabras: fueron realistas, formaron parte de lo que el propio Villena llamó "ruptura interior de la poesía de la experiencia" y ahora participan de la poesía órfica. La gran pregunta es si estarán en una hipotética y futura muestra de poesía social. No es gratuita esta afirmación: el propio Villena, en Fin de siglo, al referirse al futuro, escribió: "Los poetas que pretendan perseverar en alguna forma de la tradición clásica se verán, muy pronto, forzados a un giro". Y añadía que ese giro se produciría en la dirección de una "nueva poesía social". No le parecía previsible que éste fuera en el sentido órfico, sino en el de un realismo más real, más crítico. Parece que fallaron las previsiones. Pero, en todo caso, la obsesión por "estar a la moda" que caracteriza la tenacidad antologadora de Villena no es una buena receta para nuestra lírica. ¿Por qué los poetas a los que en Fin de siglo aludía se habrían de ver "forzados a un giro"? ¿Quién lo habría de ordenar? ¿Acaso los poetas del 50 deberían de haber girado hacia el culturalismo cuando, a finales de los sesenta, sus propuestas fueron cuestionadas por una nueva promoción? Sólo la conciencia del poeta puede dictar los giros de su lírica. No otra cosa nos enseña la historia de nuestra poesía, desde Fray Luis a Juan Ramón, desde Machado a Claudio Rodríguez, desde Vallejo a Gil de Biedma. Por ejemplo.

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