Una gran 'nueva novela'
A estas alturas, el término de nueva novela se ha convertido ya en un tópico bastante nauseabundo, que a nadie puede decir nada nuevo de verdad. Pero si lo decimos en francés -nouveau roman- quizá para alguien signifique algo de verdad, pues en este caso estamos hablando del último movimiento de vanguardia narrativa que el mundo ha conocido de verdad y que data ya de hace más de medio siglo. Su balance no fue nada malo, si recordamos los nombres de sus cultivadores, Claude Simon, Nathalie Sarraute, Samuel Beckett (como novelista), Michel Butor, Marguerite Duras (en parte), el Maurice Blanchot narrador, y sobre todos ellos, Alain Robbe-Grillet, que fue considerado en su momento, por su capacidad de provocación, rigor y habilidad polémica, como el jefe de fila de aquel movimiento ya hoy olvidado del gran público, de la industria editorial (que ya no cultural) y del omnipotente y frágil mercado. Decir que entre ellos encontramos dos premios Nobel, una autora ya en La Pléiade, un Goncourt multitudinario y algunas de las obras más importantes del último medio siglo, quizá despierte alguna curiosidad entre los más empedernidos.
REANUDACIÓN
Alain Robbe-Grillet
Traducción de Javier Albiñana
Anagrama. Barcelona, 2003
190 páginas. 13 euros
Pues esta reanudación de la carrera de aquel maestro semiolvidado es una novela cargada de sentidos, calculada con todo rigor y escrita con la perfección de los antiguos clásicos, y hago constar que su traducción -de Javier Albiñana- es asimismo admirable, salvo algún pequeño detalle. Robbe-Grillet, el primer campeón del objetivismo u objetalismo, sigue siendo el mismo de siempre, el frío calculador de una perfección que siempre molestó por su carácter tan implacable que a veces resultaba intratable. El gran público, que ya empezaba entonces a ser la manejable plastilina que hoy ya es del todo, nunca le aceptó, pero hizo estragos entre los universitarios y la crítica, sobre todo en el mundo anglosajón.
Y he aquí que, tras veinte
años de silencio narrativo y sus incursiones en la docencia, el cine y la pintura, ahora publica su undécima novela, que reanuda su carrera principal, la del narrador que siempre ha sido. Tras aquellas primeras obras de una pureza objetual implacable -Las gomas (1953), El mirón (1955) y La celosía (1957)- abrió perspectivas a la aventura, el sueño y lo subjetivo en La casa de citas (1965) y Proyecto para una revolución en Nueva York (1970) (coincidiendo con su acercamiento al cine, desde su maravilloso guión de El año pasado en Marienbad hasta sus diez filmes propios y experimentales, más puros que sus novelas y quizá más minoritarios también) para desembocar, tras otras topologías posteriores, en los tres volúmenes de una ficción autobiográfica que denominó Novelescas (1984-1994) para marcar las distancias. En todo caso, con esta Reanudación (2001), Robbe-Grillet vuelve no tanto a sus principios sino a toda su obra anterior, como si a la vez estuviera en sus comienzos para seguir adelante.
Pues nos ofrece una novela basada en las ficciones de espionaje, como en su primera (Las gomas, que casualmente se llamó aquí al principio La doble muerte del profesor Dupont), donde los personajes se desdoblan, se repiten, cambian de identidad, se confunden unos con otros, los crímenes no son tales o lo serán después, el espía puede ser el asesino que tampoco lo será (estamos en plena parodia, pues su autor es un humorista, no se olvide), las vías del espionaje se subsumen en las del erotismo, lo autobiográfico se revela aquí y allí, el narrador se mezcla con los personajes, y van apareciendo sus debidos mitos y recreaciones, desde Kierkegaard, o Kafka, hasta Sófocles, pues sus tres temas son en esta ocasión el incesto y la ceguera (ambos en el Edipo) o el de los gemelos como expresión del fenómeno del doble.
Naturalmente, esta novela será rechazada por el público aficionado a las historietas y folletines más o menos clónicos, a pesar del frenético ritmo de sus aventuras, pero tanta mezcla de identidades en los personajes, tanta sucesión -e inversión- de espacios y espejos -que entusiasmaban a Nabokov y a Borges- pueden confundir al lector poco atento, a pesar de los incentivos sexuales que salpican acá o allá el relato, sobre todo en su onirismo visual. Pero si se va leyendo con atención resulta al final completamente transparente, vaya lo uno por lo otro, todo se resuelve a la perfección y las piezas de la novela de espías -o familiar, o mítica, o cultural, y en todo caso perfectamente literaria- encajan a la perfección, al final ni siquiera podemos quejarnos, ¿estará Alain Robbe-Grillet perdiendo facultades, esto es, volviéndose claro? Estamos no tanto ante un testamento sino ante una reanudación para seguir hacia delante, ante un nuevo reto, ante un escritor que ya es uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo. Que es (a los clásicos) adonde todos (empezando por la más advertida industria editorial) estamos tendiendo a toda velocidad, ya lo verán.
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