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La apuesta por la palabra de un político clásico

El presidente del Parlament, Joan Rigol, presentó ayer el libro 'Camins de diàleg'

Lluís Pellicer

"En un día en el que el mundo sólo puede celebrar el fracaso de la política, este libro es una esperanza para el futuro". Así, con una clara alusión a las miras belicistas de Bush, Aznar y Blair, el sociólogo Salvador Cardús definía la obra del presidente del Parlament, Joan Rigol, Camins de diàleg, que ayer presentó en el auditorio de la Generalitat.

"Esta obra", añadía el director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Josep Ramoneda, "es la obra de un político clásico e ilustrado, con vocación e ideología". En la presentación, Rigol hizo gala de esta cultura política con un discurso, el del libro, humanista con raíces cristianas. Una base teórica con vocación universal y en consonancia con la doctrina nacionalista con la que comulga oficialmente hace 27 años en Unió Democràtica de Catalunya. "Para mí, nacionalismo y universalismo no son términos contradictorios, porque mi forma de humanismo se concreta en la comunidad", aclaró Rigol.

Pero uno de los aspectos que coparon el discurso de Rigol fue la crítica a la política actual. "¿Por qué si alguien hoy quiere hacer algo positivo para la sociedad llama directamente a la puerta de una ONG y no a la de un partido?", preguntó Rigol. Él mismo resuelve la duda en las páginas del libro: "La política se ha convertido más en un espectáculo que induce a ser contemplado por la ciudadanía desde la pasividad que como un estímulo a la participación".

Rigol apuesta por devolver a la política un espacio central en la vida pública. Y para ello, es necesario "mantener un lazo entre los ciudadanos y la clase política que sólo puede conseguir un compromiso ético". O como señaló Cardús, ante la llegada a las instituciones de una segunda generación de políticos "profesionalizados", se debe "recuperar el hombre de la calle, que vive en contacto con la sociedad civil".

Las ideas de Rigol se concretan, en último término, en la redacción de una carta de los derechos y los deberes de los ciudadanos de Cataluña, donde, a cambio del ejercicio de unos derechos, políticos y ciudadanos llegan a un compromiso social. Pero para alcanzar esta confianza mutua aún se deben superar obstáculos, como la lucha "partidista y sistemática". Con esto tenía que ver el deseo que lanzó al final: "Espero que durante la campaña las propuestas de Estatuto no se formulen con fines electorales, porque ello sólo supondrá la destrucción de una institución".

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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