Biblioteca

En fecha reciente, en la biblioteca pública María Moliner, de la Comunidad Autónoma de Madrid, sita en Villaverde Alto, el vigilante de seguridad propinó una paliza a su compañera durante el relevo. Posteriormente, ella llamó telefónicamente al inspector de Servicios, todos pertenecientes a una compañía de seguridad, con el fin de que este último se personase cumpliendo con su obligación en el ejercicio de sus funciones, haciéndose cargo de la situación y auxiliándola en la necesaria asistencia; el inspector no se presentó, por lo que ella hubo de dirigirse, lesionada y asustada, conduciendo su propio vehículo hasta donde pudo, para abandonarlo finalmente sin poder continuar y ella misma pedir una ambulancia desde su teléfono móvil que la trasladase hasta el hospital.

El mencionado inspector tenía obligación de acudir inmediatamente al lugar de los hechos, socorrer a la agredida, cesar en el servicio al agresor, dar aviso a la policía ante la comisión de un hecho delictivo con lesiones (como requiere la Ley de Seguridad Privada), valorar los hechos y, sobre todo ello, emitir informe al respecto; nada de esto realizó.

La empresa, enterada no obstante mediante una información a todas luces chapucera y negligente a tenor de lo expuesto, no solamente no sancionó debidamente al inspector por su pasividad en el ejercicio de sus funciones, sino que además tenía la obligación de poner los hechos en conocimiento de la justicia, dado el especial ámbito de actuación de una compañía de seguridad privada, y de dar cuenta de los mismos a la entidad afectada como cliente, nada menos que la Administración pública. Lejos de ello, ha realizado una ocultación de todo de forma manifiestamente tendenciosa y maliciosa.

Por si fuera poco, dio por buena la información peregrina del inspector y, de forma absurda, sancionó a la mujer agredida con suspensión de empleo y sueldo.

De todo ello parece desprenderse que esa empresa no sólo no sanciona convenientemente este tipo de actuaciones delictivas en un caso, negligentes en el segundo y miserables, viles y despreciables en ambos, sino que parece ser que ampara institucionalmente las mismas, al tiempo que se ensañó de forma incomprensible, miserable e injusta con la mujer agredida, mientras que el agresor no ha sido despedido y ha continuado prestando servicio como si tal cosa.

Y ahora viene lo más grave: de resultas de todo lo acontecido, y ante el dolor físico y psíquico, el cúmulo de humillaciones, la injusticia y la impotencia que sintió ella, ésta cayó en una profunda depresión obsesiva, hubo de ser internada en un psiquiátrico y durante la Nochevieja, mientras sus personas cercanas la celebrábamos como podíamos, y sin que lo sospecháramos, ella se quitaba la vida.

Ciudadanos, especialmente mujeres: cuando paséis junto a un vigilante de esa compañía, andad con cuidado. Si se le va la olla, ya sabéis lo que os puede pasar. Vigilantes; tened cuidado cuando esté de servicio ese inspector; como tengáis algún problema, estaréis totalmente desamparados, y encima os podéis ver sancionados. Y yo me iría a trabajar a otro lado; ahí estáis perdiendo tiempo y dignidad.