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Entrevista:MIGUEL LÓPEZ | Secretario general de COAG

"Si no queremos una reconversión, habrá que repartir mejor las ayudas al campo"

Alejandro Bolaños

Un apretón de las recias manos de Miguel López (La Barca de La Florida, Cádiz, 43 años) es su mejor tarjeta de presentación. López es agricultor y lo lleva a gala, aunque en los últimos años su hermano ha apechugado con el trabajo que da su explotación: desde 1988 dirige la federación andaluza de COAG, asociación agraria que rivaliza con Asaja y UPA por representar los intereses del campo. El pasado fin de semana fue elegido secretario estatal de la organización, puesto en el que ya estuvo de modo "efímero" hace siete años.

Pregunta. ¿Qué es lo que le ha llevado ahora a repetir?

Respuesta. Cuando uno está en una organización tiene que estar para lo que haya que hacer en cada momento. Yo soy ahora secretario general de Andalucía pero si en un momento determinado hay una persona con unas expectativas razonables y así lo decide la dirección, pues yo creo que hay que facilitar que las personas lleguen a los cargos. Llevando, como llevo, casi 20 años en la organización nadie me tiene que decir cuándo es el momento de asumir responsabilidades. Yo debía haber sido una persona de consenso, aunque al final no ha sido así: ha habido territorios que han querido imponer sus candidatos y al final las cosas no han cuajado. Pero bueno, tenemos mayoría absoluta en el ejecutivo, y en el pleno, que es el órgano máximo de dirección, están representados todos los territorios, todos tenemos nuestros espacios.

"Cuando el ministro dice que sobran 400.000 explotaciones, que defina cuáles"
"Hay que defenderse ante la concentración de las estructuras de comercialización"

P. Cuando se presentó, dijo que quería acabar con las diferencias internas.

R. Había diferencias sobre cómo acometer las tareas, pero esto ya se ha debatido ampliamente en la asamblea, es un tema cerrado. Aún teniendo algunas dificultades, COAG es la única organización que le hemos dado respuesta a los temas agrarios. Si ahora no vamos a tener problemas internos, que se vayan preparando algunos

P. La ejecutiva que preside sólo fue apoyada por el 54% de los votos, ¿se siente a prueba?

R. No, en absoluto. Ése es el resultado de no poder encajar trece candidatos en una ejecutiva que sólo tiene ocho puestos. Mi compromiso es ser el secretario general de toda la organización y tirar para adelante.

P. En Andalucía, no ha tenido dudas en coger la pancarta para defender sus reivindicaciones, ¿va a llevar esa línea de actuación al ámbito estatal?

R. La línea no la marca una persona en una organización horizontal como la nuestra. El órgano que decide es el pleno, que es el que en Andalucía ha decidido esas movilizaciones y esas estrategias. Por tanto, yo puedo ser más o menos reivindicativo, pero siempre con el okey del órgano de dirección. La cuestión es que nosotros tenemos un modelo de explotación para el que viene una gran tormenta; entre otras cosas porque van a entrar en la Unión Europea diez países más de momento, más tres que quedan en la recámara, entre ellos Turquía, que esta exportando a la UE el 40% de las frutas y hortalizas que nos entran de fuera. Son países con mucha agricultura, muchísimos agricultores. Es evidente que no va a ser posible atender a todo el mundo con el mismo nivel de financiación.

P. También parece evidente que lo del presupuesto congelado no tiene marcha atrás.

R. Sobre la congelación de fondos hay poco más que discutir. Si no queremos una reconversión sin precedentes en el campo, las ayudas al campo habrá que repartirlas mejor. Para nosotros tiene que ser un modelo social de agricultura. No es lo mismo ser un gran constructor que compra tierras, que ser unos señores que viven en los pueblos, que están generando riqueza y empleo, que contribuyen a mantener el sistema de protección social, con un compromiso medioambiental y una producción de calidad y con seguridad alimentaria. Cuando el ministro de Agricultura dice que sobran 400.000 explotaciones, me gustaría que definiera cuáles son las que sobran. El dinero público, creo, tiene que servir para generar situaciones de equilibro. ¿Qué política agraria sería más razonable? La de hasta ahora, de café para todos, ha mantenido las producciones pero ha facilitado la expulsión del mercado de los más pequeños.

P. El comisario comunitario de Agricultura, Franz Fischler, defiende que su propuesta de modulación redistribuye las ayudas.

R. Lo que plantea Fischler no es una modulación, es un recorte. Está engañando a los consumidores. Les está prometiendo seguridad alimentaria, les está prometiendo calidad. Y por otro lado está dejando vía libre a la competencia total: si ahora se hacen pollos en 45 días, luego se harán en dos semanas. Eso no es calidad, calidad es comerse un pollo de ocho meses o un año criado en granja. Y no es sólo lo que viene de Europa, es también lo que podemos hacer aquí: en este país, todavía no hay una Ley de Agricultura y Desarrollo Rural que cree el marco legal para poder priorizar los fondos públicos. ¿El modelo es dar ayudas al que vive en el centro de Madrid, tiene 14 fincas, millones de pesetas y le importa tres leches como vive la gente del pueblo donde está la finca?

P. Pero ni Bruselas, ni el Ministerio de Agricultura parecen optar por dar prioridad a los pequeños y medianos agricultores.

R. Bueno, pues entonces ahí empezarán las dificultades. Antes de perder lo que tenemos vamos a dar la cara. Porque yo no veo que el Gobierno quiera cargarse Iberia, Repsol. Tampoco se pueden plantear que vamos a seguir abriendo mercado para el Magreb, que le viene estupendamente a Telefónica, a Abel Matutes con sus negocios turísticos, a las grandes constructoras y a los bancos. Y a cambio le entregamos el pimiento, el tomate y todo lo demás. Aquí hay miles de familias que vivimos de esto. Eso es lo que nos hace ser reivindicativos.

P. Pero en muchos países pocos desarrollados, la agricultura es uno de los pocos bienes exportables, una posibilidad que la UE limita con aranceles.

R. Tenemos claro lo que piensan los agricultores de los países terceros, entre otras cosas porque fuimos fundadores de Vía Campesina, una organización mundial. Los campesinos de los países pobres tampoco quieren liberalización: porque se están cargando sus mercados locales, su medio de vida, se pierde el concepto de soberanía alimentaria. Lo de Marruecos, por ejemplo, es inaceptable. Los acuerdos que traen aquí más productos agrarios marroquíes no benefician a los campesinos. Las grandes producciones están ya en manos de empresas europeas o de la jet set magrebí, cuatro o seis familia. Se está favoreciendo la especulación y la piratería.

P. Es recurrente la crítica al campo por ser un sector muy protegido, que se lleva la mitad del presupuesto comunitario.

R. La lógica de la subvención es que eso permite mantener precios bajos y generar recursos para el productor. Para nosotros este mecanismo es una pérdida de legitimidad. Ahora, cuidado. Si tenemos que vivir con un nivel de vida determinado, lo que no se nos puede pedir es que compitamos con productores de los países más pobres. Si desgraciadamente, su nivel de renta y su protección social es mínimo, ¿cómo podemos competir? ¿Quién es más competitivo, el que oprime más en estos países terceros?

P. Sin embargo, el sector hortofrutícola es el que más dinámico y el que menos ayudas tiene.

R. En el sector hortofrutícola ese tan competitivo que dice se está vendiendo por debajo del coste de producción, cuando algunos productos tienen un 800% de beneficio para quien lo vende al consumidor: un kilo de berenjena puede estar a 50 centimos en el mercado de origen y en el mercado final está a seis, siete u ocho euros. Eso hay que regularlo, debe haber márgenes comerciales razonables. Los poderes públicos están permitiendo que las estructuras de venta y comercialización se concentren y luego Bruselas pone problemas para que los productores también se concentren para tener una cierta defensa al negociar precios.

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