Una 'mascletà' de pegatinas y palomas de la paz
Fue la mascletà de las pegatinas contra la guerra -se vieron muchas-, pero el sonido que más se oyó fue el de los masclets. En el balcón del Ayuntamiento, concejales y diputados autonómicos socialistas se habían apresurado a coger sitio en primera fila. Tres cuartos de hora antes del comienzo de la mascletà ya estaban allí, y allí resistieron el asedio de los falleros, acostumbrados a copar esos lugares de privilegio. Poco antes de las 14 horas sacaron sus carteles -con la leyenda paz ahora- para moverlos al son de la música, que ayer parecía sonar más alto de lo habitual. Trataban así de incitar al público congregado bajo el Ayuntamiento, donde se veían varias pancartas contra el conflicto armado y que sólo durante unos pocos minutos coreó timidamente el grito de "guerra no".
Abajo, entre el público, se vieron muchas pegatinas contra la guerra. También se tiraron octavillas y se repartieron pasquines. Uno de ellos dirigido a la alcaldesa, rezaba así: "Rita, festa si, guerra no".
El portavoz del Grupo Socialista municipal, Rafael Rubio, manifestó que la de ayer era una buena ocasión para llevar a cabo la protesta y afirmó que se había hecho "con total respeto, para exigir la paz ahora y a la que se han sumado numerosos ciudadanos espontáneamente".
Al otro lado de la plaza, minutos antes de la disparà, los miembros de la Campanya Valenciana contra la Guerra descolgaron una gigantesca pancarta contra el conflicto desde las ventanas de la sede de Esquerra Republicana del País Valencià. A continuación llovieron octavillas con el programa de la Trobada-concert, prevista hoy en el paseo de la Alameda de Valencia. La gente que esperaba la mascletà recibió la acción con aplausos. En los locales del Partido Popular de la Comunidad Valenciana, situado unos pisos más abajo que los de ERC, las personas apostadas en las ventanas debieron creer durante unas décimas de segundo que les estaban saludando; pero no. Los gritos del No a la guerra les sacaron de su confusión. La sábana pendía unos metros más arriba de sus miradores. No hubo reacción. Los únicos que intentaron zafarse de la pancarta fueron los empleados de una agencia de viajes, también en el mismo edificio, a los que el cartel les impedía ver la zona de fuegos.
Después de este gesto, la protesta se diluyó. Los jóvenes permanecieron en sus corros esperando el primer aviso de la disparà y los voluntarios de la Campanya Valenciana contra la Guerra siguieron repartiendo folletos con el programa de actos de la concentración de hoy y enarbolando unos carteles que eran difíciles de ver entre la muchedumbre. Durante la mascletà todo el mundo miró al cielo y cuando cesó el ruido y el humo, arrancó la música en la megafonía y cada cual emprendió su camino.
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