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VISTO / OÍDO
Columna
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'Vae victis'

Felicito cordialmente a Jiménez de Parga por haber vencido dos veces sobre la recusación como magistrado del Constitucional y haber ganado las dos por algún votillo de otro; y, después, por haber sido ponente de la causa por la que se le recusaba; por haber seguido publicando sus opiniones políticas sobre el tema y, sin embargo, no haber cejado hasta obtener no sólo la declaración de constitucionalidad de la Ley de Partidos del Gobierno sino la unanimidad. Claro que parecen dos cosas distintas: una es su virginidad de jurista, y otra la ley en sí. Yo creo más en su pureza, aunque lamente las calidades de su pensamiento y sus coincidencias con el Gobierno en la constitucionalidad. No lo puedo evitar: son impulsos antiguos y miedos contemporáneos, y cuando veo que el Gobierno tiene leyes que le permiten borrar de la democracia a un partido pienso en que en algún momento puede ocurrir con otro. Políticamente yo estaría más a gusto si no existieran partidos como Batasuna, o el PNV, o Convergencia... Infinitamente más si no existiese el PP, que hace las leyes y las deshace; pero el sentido de la democracia se resentiría. Ya lo está. Cuando la gente sale a la calle (y vuelve mañana) es para sacar la democracia que está en cámaras secretas.

Me pasa lo mismo que con los periódicos. La ley está clara, y Garzón puede ir suspendiendo periódicos por todo el País Vasco mientras Jiménez de Parga cierra partidos, pero siempre dicen que en defensa de la democracia y la libertad. Me pasa, digo, lo mismo: no sé cuándo será mi periódico el que cerrarán: a lo mejor, los vascos, o algunos de la manera dura. O a mí mismo. Está uno engañado en esas cosas: creía que los partidos y los periódicos eran sagrados, después de haberlos visto vilipendiados y asesinados por los grandes tiranos del siglo pasado.

Garzón habló en el Plus (con Antonio San José), feliz por haber coronado el Tribunal Internacional de Justicia. Yo no lo estoy tanto. También he visto en los grandes tribunales del siglo pasado condenar sólo a los perdedores, y en toda la historia (Vae victis!); y en nombre de la democracia. Luego pasan cosas: el único juzgado ahora es Milosevic, y uno del pueblo dispara contra el jefe del Gobierno: era quien lo agarró por la noche y lo metió en un avión para La Haya. Un cazarrecompensas.

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