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Reportaje:

Fuga espectacular en Fresnes

La fragilidad de las prisiones francesas, de nuevo en evidencia

Sobre el papel, nada más fácil: basta con reventar la puerta que da acceso al primer recinto amurallado de la cárcel de Fresnes (Francia) para, una vez entre esta muralla y la siguiente, hacer explotar otra puerta y acceder a la zona de alta seguridad del presidio. Y allí ya todo es coser y cantar: un poco de plástico para la primera reja y otro poquito para la puerta de seguridad de la celda de Antonio Ferrara, alias Succo, el amigo al que no le agrada estar demasiado tiempo detrás de los barrotes.

Claro, tanto al entrar como al salir, hay que neutralizar a los guardianes, que, desde las mirillas de sus miradores, pueden tener la idea de disparar contra el comando. Para ello, nada mejor que una buena maniobra de diversión: incendiar un restaurante situado justo enfrente de la cárcel y prender fuego a seis o siete coches. Además, para contribuir a sembrar la confusión, antes de arremeter contra la primera puerta, un par de tiradores de élite convenientemente situados habrán empezado a disparar contra las torres de vigilancia desde un ángulo opuesto al del ataque principal.

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Para que una maniobra tan simple tenga éxito se necesitan lanzagranadas, explosivos de distintos tipos, fusiles de precisión, armas cortas, numerosos coches para organizar el ataque y la fuga, así como ametralladoras y una buena coordinación entre el comando que opera desde el exterior -difícil de identificar, puesto que dispone de uniformes de policía- y el prisionero, ese Antonio Ferrara que, el día antes de los hechos, monta un conflicto durante una entrevista con su abogado para así ser trasladado a la zona de castigo de la cárcel, cuyas celdas de aislamiento quedan más cerca de la salida. Sin duda, una operación meticulosamente preparada que duró sólo diez minutos. En la refriega, que se desarrolló a las cuatro de la madrugada, nadie resultó herido. Ferrara, un especialista en asaltar furgones blindados, cumplía una condena de ocho años.

La policía francesa ha constatado una vez más con la espectacular fuga que ayer se registró en la prisión de Fresnes que "hoy los bandidos disponen de armas de guerra". Según Patrick Riou, antiguo director de la Policía Judicial, "las armas proceden de las zonas donde ha habido combates recientemente, de la antigua Yugoslavia, de Kosovo, del Líbano un poco antes. Se compran y venden a bajo precio, están al alcance de cualquier ladronzuelo". La aristocracia del crimen también lo ve con inquietud: los nuevos ricos, los don nadies, se atreven a todo y no respetan nada. El ladrón de guante blanco, el Rocambole de las novelas, ya sólo es una leyenda: hoy, para entrar en una joyería, se roba un coche y se lanza contra el escaparate confiando en que el airbag proteja al chófer. Para abrir una cárcel se emplea, pues, el lanzagranadas.

Lo peor, sin embargo, no es lo ocurrido en Fresnes, que los bandidos dispongan casi de armas de destrucción masiva, sino que los policías hayan interiorizado su inferioridad en armamento y estrategia. Un amigo de ese Ferrara fugado ayer, un triple asesino, un tal Joseph Menconi, huyó el pasado viernes de la prisión de Borgo, en Córcega, porque unos cómplices armados de pistolas de plástico y un simulacro de lanzacohetes de aluminio forzaron a los desmoralizados policías a abrir las puertas. Sólo faltó que Menconi desfilase con la megafonía difundiendo el Salve Regina, a modo de himno corso, mientras se fugaba.

La verdad es que la gesticulación frenética de Nicholas Sarkozy, el ministro del Interior, destinada a convencer a la opinión pública de que los problemas de inseguridad ciudadana que en parte les costaron la derrota electoral a los socialistas están en vías de solución, topa con una realidad tozuda. Ferrara -de manera espectacular- y Menconi -con un astuto empleo del miedo- han escapado de la cárcel como el etarra Ibon Fernández Iradi -diciembre de 2002- se largó por el tragaluz de la comisaría de Bayona, otro correligionario suyo salió de la prisión de La Santé dejando como prenda a su hermano -17 de agosto de 2002- o unos desconocidos robaron en una comisaría de París armas y uniformes. Las estadísticas oficiales aseguran que la delincuencia retrocede, pero terroristas, ladrones y asesinos parecen hacer caso omiso de ellas.

Las huellas del asalto podían verse ayer por la mañana en una torre de vigilancia de la prisión de Fresnes.
Las huellas del asalto podían verse ayer por la mañana en una torre de vigilancia de la prisión de Fresnes.ASSOCIATED PRESS

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