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FÚTBOL: PRIMERA DIVISIÓN

El Athletic supera la primera prueba de adversidad

El Athletic ratificó su condición de líder, pero ensució el traje de los domingos. Frente al Zaragoza malgastó una porción de su crédito futbolístico, aunque a cambio afianzó su capacidad de sufrimiento y superó la primera prueba de adversidad. El partido tuvo un carácter muscular en el que los equipos sólo supieron jugar de forma agonística, a medida de la adversidad del marcador. Más que por los aciertos, el partido se resolvió por la cantidad de ocasiones desaprovechadas por cada uno. Estaba el Athletic disfrutando del séptimo cielo y en esto llegó el Zaragoza y a poco descubre su coartada. Entre la historia oficial y la historia secreta media un abismo. La expulsión del trono de la Liga estuvo a punto de prosperar. El campeonato, a poco que echa a rodar, no gusta de intrusos que amagan, pero no dan; que perfuman el fútbol en el centro del campo, pero sucumben al sudor del área en cuanto el rival eleva su nivel de exigencia corporal. En el cuerpo a cuerpo, el Athletic no tiene ni kilos ni alternativas. Depende del esfuerzo y la voluntad de la fortuna. El Zaragoza acometió el partido con un evidente complejo de inferioridad. Víctor Fernández encomendó a todos sus hombres una parcela defensiva. La pizarra tenía aplicaciones en ese sentido tanto para el guardameta Juanmi como para el delantero Esnáider. El técnico zaragocista adoptó todas las precauciones posibles habida cuenta de los goles en contra. El fortín defensivo tenía, pues, estructura de hormigón armado. El Zaragoza sólo se permitió perder las formas en dos salidas de tono de Aragón, la segunda convertida en gol con su precisión habitual. Estaba el partido en pleno derroche de ineficiencias cuando el madrileño aprovechó un despiste defensivo para superar a Valencia con un toque de maestría. El detalle pasó inadvertido. El partido continuó inclinado a la mediocridad y condenado al desasosiego. Juanmi, debutante en San Mamés, no superó el trance y tras el descanso dejó un balón muerto en el área que Carlos García convirtió en gol. Pero el tanto rojiblanco ratificó el reparto de papeles sobre el césped. El gol de Urrutia fue fruto de las circunstancias: los barullos benefician siempre al atacante. El Zaragoza entendió el partido tarde, cuando en los 10 últimos minutos descubrió la vulnerabilidad de los rojiblancos.

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