Un espectador

Como espectador del desfile de comparsas del carnaval madrileño pude observar una serie de aspectos que, creo, cuestionan la misma esencia de este acontecimiento. Por un lado resulta chocante que, entre el medio centenar de comparsas, sólo una minoría fuera del foro. Nada que objetar sobre vecinos de otras comunidades, que siempre son bienvenidos, pero no creemos que aporten gran cosa al espíritu del carnaval, ya que, reconociendo su meritorio despliegue de medios y personas, llegan poco antes del desfile para volver a toda prisa a sus localidades de origen.

Los motivos que aportan no llevan carga alguna de crítica o referencia a nuestra ciudad, al ser tan genéricos que valen lo mismo para cualquier ciudad o época, y su paso fugaz por Madrid sólo supone que acaparen premios sin que la fiesta se desparrame por las calles, que debería ser su objetivo.

Desde el Ayuntamiento de Madrid se impulsa este tipo de espectáculo carente de crítica, principio básico de lo que creemos ha de ser esta manifestación cultural. Y por ello es tanto más loable que un puñado de peñas de nuestra ciudad insistan en moverse contracorriente y quieran romper contra la estética de la cabalgata de Reyes, muy respetable, que quiere imponerse en lo que debería ser una muestra de irreverencia como la mostrada por las peñas madrileñas sacando a la calle temas de actualidad, como la oposición a la guerra o la bienvenida y loable salida del armario de personas dentro de serias instituciones, por citar lo más visible.