"Me asusta la ópera porque la desconozco"
Si ha permanecido olvidada durante años por algo será". Esta frase que acude a la mente de muchos aficionados cuando un teatro lírico o festival decide desempolvar de un recóndito archivo una olvidada ópera refleja la dificultad de hallar, a estas alturas, un auténtico diamante lírico del pasado todavía por descubrir. Cuando a mitad de la década de los setenta del siglo XX apareció en un fondo no catalogado del Conservatorio de Santa Cecilia de Roma parte de un manuscrito autógrafo de Rossini de su dramma giocoso Il viaggio a Reims, estrenado en 1825 en París para festejar la coronación de Carlos X como rey de Francia, hubo fiesta mayor en el mundo de la musicología. Una auténtica obra maestra, trabajo de madurez de Rossini, había sido encontrada y su presentación en sociedad, en 1984 en el Festival Rossini de Pesaro, se convirtió en el acontecimiento musical del año. Il viaggio a Reims no se estrenó en España hasta el año 2000, en el marco del Festival Mozart de A Coruña, y el próximo lunes el Liceo de Barcelona acogerá el estreno catalán de la obra en una nueva producción que supone el bautismo operístico del autor teatral y director catalán Sergi Belbel, el dramaturgo español más representado en el mundo después de García Lorca.
"No quiero engañar a nadie. Ésta es mi primera ópera y me asusta, porque desconozco el género y tampoco he tenido un interés especial en él. Es más, tenía antes en mente dirigir una película, de la que estoy escribiendo el guión, que dirigir una ópera", confiesa Belbel. "Me he tomado este trabajo como una prueba. Incluso cuando el director artístico del Liceo me lo propuso, y no era la primera oferta que me hacía para dirigir ópera, pensé: '¿Y por qué me llama?'. Le había dicho que no en una anterior ocasión, porque me ofreció dirigir una ópera de gran repertorio y prefería una menos conocida para evitar las comparaciones. Con Il viaggio pensé en decir de nuevo que no, porque además coincidía en un año en que tengo la agenda llena. Pero escuché la ópera y hallé en ella muchos puntos de contacto con el teatro que a mí me gusta: la comedia clásica mediterránea".
Goldoni es el autor teatral preferido de Belbel. "Me gusta la comedia que es crítica con las costumbres, pero que a la vez es muy fina, nada grosera, y en la que el autor realiza una lectura social a través del retrato de un momento histórico. Esto lo hace Goldoni y, además, cuando me lo propusieron había hecho en Madrid, en junio de 2001, Madre (el drama padre), de Enrique Jardiel Poncela; tenía, en noviembre de 2002, Dissabte, diumenge i dilluns, de Eduardo de Filippo, en Barcelona, y tras ver un vídeo de la ópera me dije: 'Goldoni, Jardiel Poncela, De Filippo y Rossini. Ya lo tengo'. Puede parecer que nada tienen en común las cuatro obras, pero para mí no es así: todas son comedias que tienen un aspecto frívolo, pero que ofrecen una visión de una época y una civilización", asegura.
Il viaggio a Reims narra el viaje a Reims, en 1825, de un grupo de aristócratas de diferentes países de Europa para asistir a la coronación de Carlos X. Pero diversas circunstancias hacen que nunca lleguen a su destino y festejen la coronación en un balneario de la población de Plombières. "Compuesta tras el la Revolución Francesa y la época napoleónica y cinco años antes de la primera revolución burguesa, en 1830, en esta historia, en la que un grupo de aristócratas festejan la victoria de un rey sin darse cuenta de que están celebrando el final de una época, la Revolución Francesa está continuamente presente entre líneas", explica el director teatral.
Belbel resume en dos pala-
bras los conceptos clave de su montaje de la ópera de Rossini: "Balneario" y "Europa". Y es un auténtico balneario, presidido por una piscina de 14 metros, en lo que el director ha convertido el escenario del Liceo. Un balneario en el que, en la primera parte de la ópera, el largo reparto de cantantes, entre los que se hallan la soprano María Bayo, el tenor Josep Bros y el bajo Enzo Dara tomarán sus baños de aguas termales y chapotearán en la piscina. Una piscina que no sólo estará en el escenario, sino que se prolonga en el foso de orquesta, transmutado en un simulacro de alberca, gracias a la complicidad y total conexión del director musical, Jesús López Cobos, con la propuesta. Belbel se ha permitido la licencia, "por cuestiones puramente estéticas", asegura, de cambiar de época la acción situándola a finales del siglo XIX. "Es que la estética de 1825 es una sosería y en cambio me resulta más atractiva la atmófera decandente de finales de siglo XIX, la de las novelas de Thomas Mann".
De la comedia ligera entre el vapor de las aguas termales de la primera parte, Belbel pasa, en la segunda, a hacer "una lectura de la historia de Europa". Una lectura "del final de una época a punto de extinguirse edificada sobre los privilegios de una aristocracia representada por los viajeros que, aferrados desesperadamemte a la lealtad a la monarquía absolutista, cavan su propia tumba".
Eurovisión, 1825
EL FESTIVAL de Eurovisión, tan de actualidad gracias a Operación Triunfo, tiene en Il viaggio a Reims, de Rossini, un destacado precedente. Concebida más como cantanta escénica de circunstancias que como ópera, esta obra es un auténtico catálogo de arias, algunos dúos, un sexteto y un descomunal concertante a 14 voces -que requiere de toda la pericia del mundo por parte del director de orquesta para controlar que el intenso tráfico vocal no se desboque- que desemboca en un festival de Eurovisión en el que los trasnochados aristócratas protagonistas celebran su particular fiesta de coronación de Carlos X cantando himnos y canciones en representación de sus países: Alemania, Polonia, Rusia, España, Inglaterra -"no soy músico y sólo sé una canción: God save the king", dice el coronel inglés Lord Sidney-, Francia, Baviera e Italia.
"Lo que hacen es una Eurovisión en toda regla", afirma Sergi Belbel, quien no oculta que en un primer momento tuvo la ocurrencia de introducir en la ópera el Europe's living a celebration que Rosa cantó el año pasado en Eurovisión. Por suerte, todo quedó en una ocurrencia, pero sí ha pedido a López Cobos introducir unos compases de La Marsellesa, canto de guerra revolucionario e himno de libertad adoptado por la Revolución Francesa como himno nacional francés. Algunos de sus compases sonarán en la escena de la pantomima protagonizada por el ballet y que el director de escena convierte en los representantes de ese pueblo que construirá la futura Europa, no menos sangrienta y llena de revoluciones y guerras, que habrá de sepultar definitivamente el antiguo régimen de las monarquías absolutistas, herido de muerte cuando el 21 de enero de 1793 la afilada cuchilla de la guillotina segó la cabeza de Luis XVI.
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