La solidaridad del guepardo
El reproche más extendido contra Ronaldo es su falta de solidaridad con el equipo. Sus goles no cuentan. Ayudan, pero se dan por supuestos. La hinchada del Madrid le silba porque no se esfuerza en la recuperación de la pelota, porque no es como Raúl, que persigue a los rivales con desesperación. Como tampoco es un demagogo, y alguno hay en el equipo, no brinda una carrera inútil ni a tiros. Es verdad, Ronaldo se ocupa de marcar goles y aterrorizar a los defensas.
Es cierto que para perseguir a los rivales, incomodarles y limpiarles la pelota es necesario una actitud que Ronaldo no tiene. También es cierto que no basta con la voluntad para hacer esa clase de esfuerzos. El físico también cuenta. A Ronaldo le puede sobrar algún kilo, pero ni más delgado podrá cambiar sus condiciones como atleta. Él es un velocista, el caso más acabado de velocista que se ha visto en el fútbol, alguien que representa entre los jugadores lo que Maurice Greene entre los atletas: un fabuloso especialista en las distancias cortas. El mejor, sin duda, y el que define con más exactitud la grandeza y las limitaciones de estos atletas.
No le pidan a Maurice Greene que aplique sus rapidísimas fibras a los trabajos de la resistencia. No le pidan que sea un mediofondista porque sería una ruina. Su portentosa carrocería se destruye en 20 segundos. No puede correr más de 200 metros. La carrocería de Ronaldo es de la misma naturaleza. Remite a esos depredadores que concentran su sabiduría cazadora en una perfecta y fugaz carrera. Más no pueden.
Ronaldo es el felino que destina su energía a cobrar la pieza en tres segundos. No exijan al guepardo que se distraiga en los incansables trabajos del dromedario. Ni tiene la voluntad ni le responde el cuerpo. Lo mismo que Ronaldo.
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