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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No en nuestro nombre

La Constitución española de 1978 en su Artículo 1.2 señala que "La Soberanía nacional, reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". La voluntad de EE.UU. de atacar Irak y la subordinación y el vasallaje del Sr. Aznar ante el gobierno del Sr. Bush, contra la opinión de la mayoría de la ciudadanía, hace necesario pararse un momento y reflexionar sobre este artículo de la Constitución y el grado de cumplimiento de su espíritu. El problema al que nos enfrentamos no es únicamente el seguidismo del Sr. Aznar a los hijos de la guerra, el problema afecta también a nuestra propia democracia.

La ciudadanía se opone en la calle a una lógica de guerra, a que la fuerza se sitúe por encima de la razón, a que los marines sustituyan a los inspectores de la ONU, a que las presiones valgan más que el diálogo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El pasado 15 de Febrero se demostró el rechazo a la imposición de una lógica de guerra que simplifica la realidad en dos bandos y que trata de obligar a la ciudadanía a participar de ella. Esta lógica de guerra que trata de legitimar la guerra preventiva, contraria al derecho internacional, aparece públicamente tras el atentado contra las torres gemelas. El atentado sufrido por los EE.UU. el pasado 11-S no fue resultado de la utilización de armas de destrucción masiva, ni se ha demostrado la implicación de ningún gobierno. Pero fue la justificación de una nueva guerra contra los antiguos aliados de EE.UU. en Afganistán, que una vez más destrozó un país.

El Sr. Bush no tiene ninguna legitimidad para hablar en nombre de la democracia, y esto no sólo por el escándalo que supuso el recuento de los votos en el estado de Florida. Su país asesinó a más de 80.000 personas en pocos segundos en Hiroshima, y 250.000 más morirían a causa de las radiaciones. También un 11 de Septiembre, 28 años antes, un golpe de estado orquestado por EE.UU. ponía fin a la vida de Salvador Allende y a la democracia en Chile. Muchos han sido los países que han sufrido las armas producidas por las empresas norteamericanas y utilizadas por sus marines. Antes de Irak, países como Puerto Rico, México, Nicaragua, Cuba, Colombia, El Salvador, Guatemala, Irán, Afganistán, Vietnam, Libia, Yugoslavia, Angola, Somalia... han escuchado el sonido de las bombas "made in USA". Volviendo a Irak simplemente recordar las más de 500.000 vidas que ha supuesto la Guerra Golfo y a las que hay que sumar las muertes por el posterior embargo.

Hoy el hijo de la guerra vuelve a hacer sonar sus tambores, la segunda reserva mundial de petróleo, y la necesidad de reactivar su economía a través de la industria armamentística lo justifican. Da igual lo que nos tengan que decir los inspectores de la ONU, Hans Blix y Mohammed El Baradie, encargados de dictar si Irak esta en posesión de armas de destrucción masiva. El Sr. Powell ya tiene la sentencia y el apoyo incondicional de gobiernos como el de Aznar, a través de la Ministra de Palacio en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Por desgracia el Sr. Aznar recibirá grandes beneficios, tal y como señaló el hermano del Presidente de los EE.UU, George Bush, por apoyar esta política de muerte. No nos podemos resignar a que en nuestro nombre se imponga la guerra a la política. No podemos permitir más el doble rasero de una administración que es muy fuerte con los débiles y muy débil con los fuertes.

La ciudadanía ha roto el silencio, y sólo quienes se encierran en las dependencias del Palacio de la Moncloa para no escuchar a la calle son capaces de apoyar una guerra impuesta, inmoral, injusta e ilegítima.

No podemos permitir que nos trasladen su lógica de guerra. Recientemente hemos visto como en la sede de las Naciones Unidas el embajador Negroponte pidió que se tapase el Guernica para que en sus ruedas de prensa no aparecieran los rostros del dolor de quienes sufren una guerra. La ciudadanía ha roto su silencio y ha dicho alto y fuerte un rotundo "No a la Guerra" por todos los rincones del planeta. Solo quien subordina la voluntad de un pueblo a los intereses del Gobierno de los EE.UU. puede mantener, a día de hoy, una posición como la defendida por el Sr. Aznar.

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