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Columna
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La ceremonia de la confusión

Hay problemas. Lo digo por si nadie se había dado cuenta. En realidad hay tantos que puede que estén tapándose unos a otros y parezca que hay menos. Un periódico sigue cerrado mientras está a punto de cumplirse el plazo del que dispone el juez. Quizá cuando salgan estas líneas se haya levantado la clausura o quizá no, pero si ocurre esto último, que sea porque hay pruebas concluyentes y perfectamente puestas en conocimiento de la opinión pública, ya que cerrar un medio de comunicación es un asunto muy grave que exige tanto pruebas de peso como exquisitez en el procedimiento. Ahora bien, si el juez levanta el interdicto, ¿qué dirán los que clamaban contra el fascismo y veían en la clausura la quiebra del Estado de derecho así como un plan para destruir Euskadi empezando por el euskera? Pues dirán eso, que el Estado ha demostrado ser fascista por haber reabierto un periódico que los demócratas de toda la vida sabían que no debía cerrarse.

Y aquí aparece otro problema. El cinismo. Porque todos cuantos se dicen demócratas de toda la vida saben que un Estado de derecho es aquel donde el presunto culpable puede ser puesto en libertad tanto porque se demuestra que es inocente como porque no se puede demostrar que es culpable o se cometen errores de procedimiento. Cosa muy distinta a la que ocurre en los regímenes y procesos totalitarios. ETA primero mata y después crea el delito: verá usted, le ajusticiamos por ser cocinero, concejal o munipa. Todo ello sin que quepa recurso de apelación y sin que la víctima haya podido defenderse alegando que es cocinero, concejal o munipa sin saber que eso era punible. Sólo que el desafuero no acaba ahí, la víctima aún será sometida al escarnio post mortem para destruir a sus allegados y desmoralizar a sus iguales. De ahí que contribuyan poco a la salud democrática de la sociedad quienes declarándose demócratas de toda la vida arrojen basura sobre los despojos de las víctimas cuando todavía están calientes.

Lo que nos lleva al problema de la presunción de inocencia. Acebes tendrá que explicar mejor el asunto de la nota presuntamente consensuada entre el juez e Interior, y tendrá que tener cuidado de no omitir la palabra presunto cuando se refiera a personas implicadas en hechos que todavía están por probar. Pero contra la torpeza o los errores de Acebes cabe el recurso de la querella, por no mencionar que Acebes podrá decir lo que quiera pero a los presuntos implicados les asiste el Estado de derecho, no en vano se celebrará un juicio que les declarará culpables o inocentes, pese a lo que digan o dejen de decir Acebes o su porquero. Lo curioso es que las cosas no suceden igual entre quienes se desgañitan reclamando la presunción de inocencia porque en nombre de un principio constitutivo y constituyente del Estado de derecho ellos ya han declarado, sin que se haya celebrado juicio alguno, que los presuntos inocentes son inocentes.

La cosa supera el esperpento cuando Azkarraga el titular de Justicia -¡de justicia!- maneja la fe como criterio para decidir si Martxelo Otamendi fue torturado: "Confío plenamente en el valor supremo de la palabra del director de un medio de comunicación", así, con un buen par y sin prueba ni proceso alguno. A partir de ahora seguro que hay patadas en el hampa para dirigir periódicos. La barbaridad la remata, con perdón, Anasagasti cuando, en nombre de la presunción de inocencia, exige que el presunto culpable de torturas, Acebes, pruebe su inocencia cuando la presunción de inocencia requiere que sea el acusador quien aporte las pruebas, como él mismo le pide al juez que haga con Egunkaria. Lo raro de todo esto es que Otamendi no haya presentado denuncia por torturas y que se comporte como aconsejan aquellos entre quienes afirma no encontrarse: "Denunciar

a cuant@s más txakurras podáis, aquí la imaginación no tiene límites y podéis desarrollarla sin miedo, nunca os van a represaliar por una denuncia falsa; aunque no se pueda comprobar ya habremos conseguido parte de lo que pretendemos. Hablar de interrogatorios, golpes, bolsa, bañera, potro, tortura psicológica... leer bien el resto de documentos que tenéis, todos son necesarios y complementarios".

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