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Reportaje:

Atrapados por la vitalidad de La Habana

Quince visitas para sumergirse en la capital cubana y descubrir a su gente

Hay ciudades de merengue en las que todo reluce y el viajero no para: ha de visitar iglesias y castillos centenarios, ver museos formidables, pasear por plazas cargadas de historia o saborear manjares en restaurantes de fama. Otras grandes ciudades de este mundo son santuarios de la modernidad, o están en lugares exóticos, o asientan su encanto en cualquier otra cualidad física. En La Habana, sin embargo, lo primero son sus gentes. Antes que las soberbias fortalezas y casonas coloniales del casco histórico, o que el embrujo de los palacetes en el barrio del Vedado, o que el morbo que genera recorrer una ciudad apuntalada y a la vez llena de consignas revolucionarias, están los cubanos y su carácter. En La Habana, la gente se mira a los ojos, tiene tiempo para seducirse y embaucarse. Este lenguaje primario de la mirada se complementa con el dicharacho burlón, que el cubano está dispuesto a regalar a cualquier visitante. Ambas vías, la del saber escuchar y la de tener los ojos bien abiertos, son las idóneas para entrarle a esta capital detenida en el tiempo que atrapa por su magia. Es cierto que los soportales y columnas del paseo del Prado están descascarados y que todavía coches americanos de los cincuenta recorren las calles como fantasmas. Pero no hay que dejarse engañar: pese al castigo recibido y su aspecto deteriorado, La Habana sigue siendo una gran ciudad.

La Habana Vieja está cuajada de palacios coloniales y majestuosas casonas con patios interiores, convertidas en museos, galerías, hotelitos, estudios de artistas o restaurantes. Fisgar es una obligación, siempre se descubren rincones encantados
Aunque El Floridita forma parte del circuito más turístico, irse de la ciudad sin pasar por este famoso bar-restaurante sería perderse algo importante. En su gran barra de caoba se preparan unos daiquiris especiales. Este cóctel, elevado a la categoría de obra de arte por el barman catalán Constante, transporta al viajero a otras épocas, parece que en cualquier momento puede entrar por la puerta el mafioso Lucky Luciano

1 El mar es parte inseparable de La Habana.

Sin los ocho kilómetros de malecón, ese sofá de piedra y espuma que une La Habana Vieja con el barrio de Miramar, no se puede entender esta ciudad del Caribe. Al malecón van los cubanos a enamorarse, a hacer brujería, a pasar la tarde. Tan importante como escuchar sus secretos es cambiar de perspectiva y ver La Habana desde el mar. Para ello basta con alquilar un yate en la playa de Tarará o en la marina Hemingway, y podrá contemplar la cintura del malecón y la casa de muñecas que forman las 14 manzanas de primera línea que van desde Prado hasta la calle de Belascoain.

2 Andar La Habana Vieja es uno de los grandes placeres de la ciudad.

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La restauración del casco histórico, obra de Eusebio Leal, ha unido cuatro grandes plazas construidas entre los siglos XVI y XVIII que son el eje de cualquier paseo: la plaza Vieja, la de San Francisco, la de Armas y la plaza de la Catedral. El recorrido está cuajado de palacios coloniales y majestuosas casonas de rejas de madera y patios interiores, hoy convertidas en museos, galerías, hotelitos, estudios de artistas o restaurantes. Fisgar es una obligación, siempre se descubren rincones encantados, como el del patio del hostal Valencia, donde conviven en un mismo altar fotografías de Fidel Castro, los reyes de España y una imagen de la Virgen de los Desamparados. Subir paseando por la bulliciosa calle del Obispo hasta el bar Floridita es otro rito imprescindible para el iniciado.

3 No nos engañemos: en La Habana se come mal.

La gastronomía estatal, incluida la del área dólar, no ha funcionado nunca. Hay excepciones honrosas, como el caso de El Aljibe, restaurante criollo donde se hace el mejor pollo en salsa y los mejores frijoles de toda la ciudad. A años luz de los platos que sirve La Bodeguita del Medio y similares. La variante más interesante, sin embargo, es comer en paladares. Algunos de estos restaurantes privados, tolerados por el Gobierno en 1994, cuando apretó el hambre en la isla, tienen tanta calidad como personalidad. La Guarida -donde se rodó la película Fresa y chocolate-, La Cocina de Lillian, La Esperanza o La Fontana son de los imprescindibles. Además de comer, en estas casas particulares uno se pone en contacto con la Cuba real.

4 El mercadillo de libros viejos.

Funciona de martes a domingo en la plaza de Armas, y uno puede encontrar pequeñas joyas escondidas entre libros de cocina criolla, cromos revolucionarios y clásicos españoles encuadernados en piel por la editorial Aguilar. Si pregunta podrá hallar allí dos obras capitales para entender Cuba y a los cubanos: Indagación al choteo, de Jorge Mañach, y Estampas, del periodista Eladio Secade. Eso sí, hay que regatear. El buceo literario puede completarse con una visita a la sala de pintura cubana del Museo de Bellas Artes, donde hay cuadros soberbios de Wifredo Lam, Mariano, Víctor Manuel y otros destacados artistas plásticos de la isla.

5 Las fortalezas de La Habana.

El castillo de la Real Fuerza, construido en el siglo XVI, es la edificación más antigua de la ciudad y la fortaleza con baluartes más vieja de América. Su trazado renacentista, acentuado por la perfección geométrica y la regularidad clasicista, se ve interrumpido por una torrecita de vigía, levantada en uno de sus ángulos hacia 1632 y coronada por una figura de bronce llamada la Giraldilla, símbolo de La Habana. La Fuerza es parte del sistema defensivo de la antigua ciudad, junto a la Punta, el castillo de los Tres Reyes del Morro y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Las cuatro son de una perfección increíble, y visitarlas es imprescindible para comprender la historia de la ciudad.

6 El salón Rosado de La Tropical es parte de La Habana salvaje.

Se trata de una pista al aire libre con capacidad para 3.000 bailadores, y funciona como el termómetro con el que se miden las grandes orquestas de salsa. El público, en su mayoría negro y mulato, tiene los pies ligeros y la cintura caliente, pero es algo conflictivo. De vez en cuando hay peleas, aunque vistas desde el segundo balcón, al que se accede pagando en dólares, no hay problema. Si el grupo que toca es bueno -como, por ejemplo, los Van Van, N. G., La Banda o Paulito y su Élite-, el espectáculo impresiona. En La Tropical cantó un día el gran Benny Moré; hoy es la válvula de escape de La Habana más marginal. Un paraíso del goce a lo bestia.

7 El Floridita, La Bodeguita del Medio y Tropicana son tres clásicos.

Aunque El Floridita forma parte del circuito más turístico, irse de la ciudad sin pasar por este famoso bar-restaurante sería perderse algo importante. Detrás de su gran barra de caoba trabaja en la actualidad uno de los mejores cantineros de Cuba, Alejandro, que prepara unos daiquiris especiales. Este cóctel, elevado a la categoría de obra de arte por el barman catalán Constante, transporta al viajero a otras épocas, parece que en cualquier momento puede entrar por la puerta el mafioso Lucky Luciano. La comida y los mojitos de La Bodeguita dejan mucho que desear, e igual sucede en Tropicana, aunque este legendario cabaret al aire libre, que antes de 1959 fue casino, sigue siendo el paraíso del baile y la mulatez.

8 No existen ya en América barrios como el Vedado.

El advenimiento de la revolución, en 1959, detuvo el desarrollo urbanístico de la ciudad y permitió que este distrito no se convirtiera en el típico down town de las ciudades americanas, de oficinas acristaladas, rascacielos y moles de cemento. El Vedado sobrevivió milagrosamente y hoy se presenta tal como era, cuajado de palacetes y casonas de los años cuarenta y cincuenta, arbolado y surcado por elegantes avenidas, como la de los Presidentes o la calle del Paseo. La mayoría de las viviendas lleva cuatro décadas sin mantenimiento, pero aun así conservan su viejo esplendor. Algunas mansiones se pueden visitar, como las que son hoy la Casa de la Amistad y el Museo de Artes Decorativas. Merece la pena ver cómo vivían antes las grandes familias cubanas.

9 El hotel Nacional está también en el Vedado.

Fue inaugurado en las navidades de 1929 y desde entonces se convirtió en uno de los emblemas de la ciudad. Por él han pasado todo tipo de personajes, desde Winston Churchill hasta Frank Sinatra. Sus jardines, sobre el promontorio que ocupó la batería defensiva de Santa Clara, son majestuosos, con vistas privilegiadas del Morro y el malecón.

10 El club La Zorra y el Cuervo es un santuario del jazz latino.

Antes de la revolución, los jazzistas norteamericanos viajaban a La Habana los viernes, tocaban con músicos cubanos en éste y otros garitos, y regresaban a casa el domingo. Por coyunturas de la vida, hoy es más fácil ver a los buenos músicos cubanos fuera de la isla que dentro, pero en La Zorra el talento sobra. Todos los días hay concierto, y cualquier agrupación que se presente, hasta la más joven, es buena. Las descargas son de categoría.

11 El teatro García Lorca.

Antes se llamaba teatro Tacón y forma parte de la enorme estructura del antiguo palacio del Centro Gallego, que luce una de las fachadas más hermosas de la ciudad. Entre platea y balcones, a los que se accede a través de una monumental escalera de mármol esculpida con ángeles y glorias aladas, su capacidad es de 2.000 espectadores. Se presenta habitualmente aquí el Ballet Nacional de Cuba; si puede asistir a una de sus funciones, no fallará.

12 Cada domingo, el callejón de Hammel.

Es el lugar y la cita para quienes quieran escuchar rumba, guaguancó y otros ritmos afrocubanos. Situado en pleno barrio de Cayo Hueso, uno de los más brujeros de La Habana, este callejón es un verdadero bulevar de la africanía y el mestizaje. Aquí uno hasta puede encontrar un babalao, o sacerdote de la regla de Ocha, que le consulte y le prevenga sobre el futuro.

13 Cruzando la bahía, Cojimar y las playas del Este.

Se encuentran a pocos minutos del centro de la ciudad. El pueblito marinero de Cojimar lo hizo famoso el escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien se basó en los pescadores de este lugar para escribir su novela El viejo y el mar. Todavía esta abierto el mítico restaurante La Terraza, testigo en 1994 de la crisis de las balsas, cuando miles de cubanos se lanzaron al mar en frágiles embarcaciones para llegar a Estados Unidos. A pocos kilómetros de Cojimar están las playas de Santa María y de Guanabo, adonde los habaneros acuden en verano a refrescarse.

14 El parque Zapata.

Está en el corazón de la Quinta Avenida, sin duda la más elegante de la capital, flanqueada por mansiones impresionantes que un día pertenecieron a la alta burguesía y hoy son sedes diplomáticas u oficinas de empresas extranjeras. El parque, partido en dos por la avenida, a la altura de la calle 24, está cubierto de inmensos jagüeyes, árboles de espectaculares raíces aéreas que se entrelazan al tronco y a las ramas formando esculturas retadoras. Bajo su sombra se obtiene la dimensión de la propia insignificancia y de lo apabullante de la vegetación tropical.

15 Ver un atardecer desde la Divina Pastora es un auténtico lujo.

Desde el bar y el restaurante que funciona en esta antigua batería de cañones que defendía la entrada de la bahía en época de la colonia se contempla la mejor puesta de sol de La Habana. Comienza suavemente y termina en un gran incendio naranja que se refleja sobre las aguas.

Coches antiguos en La Habana Vieja (dos Chevrolet, uno azul, probablemente de 1956, y otro rojo modelo Bel Air de 1958).
Coches antiguos en La Habana Vieja (dos Chevrolet, uno azul, probablemente de 1956, y otro rojo modelo Bel Air de 1958).GORKA LEJARCEGI

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Habitantes: 2,1 millones en Ciudad La Habana. Prefijo telefónica: 00537.

Cómo ir

- Iberia (902 40 05 00) vuela a La Habana desde Madrid, hasta finales de marzo, desde 626 euros más tasas.

- Air Europa (902 40 15 01), de Madrid, hasta el 31 de marzo, 626 más tasas.

- Cubana de Aviación (917 58 97 50), desde Madrid, 662,40 euros.

Dormir

- Hostal Valencia (867 10 37). Oficios, 53. Entre las calles de Obrapía y Lamparilla. La Habana Vieja. La doble, 60 euros; la suite doble, 150 euros.

- El Comendador (867 10 37). Calle de Obrapía, 55. Habana Vieja. 110 euros.

- Hotel Nacional (33 35 64). Calle de la O, esquina 21. Vedado. La doble, 170.

Comer

- La Bodeguita (867 13 75). Empedrado, 207. Entre Cuba y San Ignacio. La Habana Vieja. Diario, de 10.00 a 24.00; el restaurante, a partir de las 12.00. Entre 15 y 25 euros.

- El Aljibe (204 42 34). Calle 7ª y 24. Miramar. Abre todos los días de 12.00 a 24.00. De 15 a 18 euros.

- El Floridita (867 13 01). Obispo, 557. Habana Vieja. Diario, de 11.00 a 1.00. Comer, de 30 a 40. Un daiquirí, 6.

- La Guarida (62 49 40). Concordia, 418. Entre Escobar y Gervasio. Centro Habana. De 12.00 a 14.00 y de 16.00 a 1.00. Todos los días. Unos 20.

- La Esperanza (202 43 62). Calle 16, 105. Entre 1ª y 3ª. Miramar. De lunes a sábado, de 19.00 a 23.00. Unos 20.

- La Cocina de Lillian (209 65 14). Calle 48, 1.311. Entre Calle 13 y 15. Miramar. Domingo a viernes, de 12.00 a 15.00 y de 19.00 a 22.00. 20 euros.

- La Fontana (202 83 37). Calle 3ª y 46. Miramar. Todos los días, de 12.00 a 24.00. Unos 20 euros.

- La Terraza (93 94 86). Calle Real Candelaria. Cojimar. De 10.30 a 23.00. Entre 15 y 25 euros por persona.

Bares, música y más

- Tropicana (267 17 17). Calle 72, 4.504. Marianao. Todos los días. Precio del espectáculo: 65, 75 u 85 euros (según lugar). Comprende, por persona, cuarto de botella de ron, una cola, una copa de Freixenet, un entremés.

- La Zorra y el Cuervo (66 24 02). Calle 23 y O. Diario, de 21.30 a 3.00.

- La Tropical Salón Rosado (203 53 22). Calle 41 y 46. Marianao.

- Casa de Amistad (830 31 14). Paseo, 406. Vedado. Diario, de 11.00 a 23.00.

Visitas

- Museo de Artes Decorativas (830 98 48). Calle 17, 502. Vedado. De martes a sábado, de 11.00 a 18.00; sábados, de 9.30 a 13.00.

- Museo de Bellas Artes (863 90 42 y 862 01 40). Calle del Trocadero, entre Empedrado y Zulueta. La Habana Vieja. De martes a sábado, de 10.00 a 18.00; domingos, de 10.00 a 14.00.

- Marina Puerto Sol Tarara. Alquiler de yates. Paseos, pesca, safari, pesca de fondo, etcétera. Paseos: recorre Tarará hacia el litoral habanero o de Tarará hacia Guanabo. No se puede atracar en el puerto habanero. Sólo embarque y desembarque. Mínimo para cuatro personas; máximo, 10. Cuatro horas, 100 euros. A partir de cinco pasajeros, 25 euros cada uno. Estas ofertas sólo son para extranjeros

- Marina Hemingway (204 68 48). Quinta Avenida y 284. Playa. Yates de pesca: mínimo para cuatro personas. Cuatro horas. El más caro, 375 euros. Yates de paseo: para seis personas, tres horas por el litoral habanero, 22 euros por persona. Existen otras actividades, como safari con barreras coralinas.

Información

- Oficina de turismo de Cuba en Madrid (914 11 30 97).

- www.cubatravel.cu.

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