Cuentas con borrones
Los datos de la Contabilidad Nacional publicados ayer por el INE no dejan lugar a dudas: la economía española sigue yendo a peor. Que hemos ido hasta ahora cuesta abajo lo prueba la evolución del crecimiento medio anual -un 2% en el 2002 frente a un 2,7% en el 2001 y un 4,2% en el 2000-. Pero es que, además, dentro del año 2002, el último trimestre ha sido el de más bajo crecimiento del año. El crecimiento en términos anuales -así es como presentan los datos los organismos estadísticos de los países civilizados- de los cuatro trimestres del año pasado han sido los siguientes: 2% en el primero, 2% en el segundo, 3,2% en el tercero y 1,3% en el cuarto, esto es, casi dos puntos por debajo del tercer trimestre.
El Gobierno se ha esforzado en ocultar esta realidad pretendiendo que el crecimiento de la tasa interanual, que ha pasado del 1,8% al 2,1%, demuestra que el crecimiento del PIB ha mejorado en el cuarto trimestre, pero sólo consigue engañar a los legos, ya que el ascenso de esa tasa no se debe a la mejor evolución del último trimestre que, como muestran los datos, registró un crecimiento mucho más bajo que el del trimestre anterior, sino que refleja lo que pasó hace un año, cuando el año 2002 empezó mejor de lo que acabó el 2001. Suponiendo, y no hay por qué dudar de ello, que el INE sabe desestacionalizar.
El consuelo del mayor crecimiento de España sobre la media europea no sirve tampoco de mucho puesto que se consigue gracias a tener más desequilibrios -inflación, endeudamiento y déficit exterior-, lo que significa que estamos tomando prestado crecimiento del futuro que algún día tendremos que devolver. En lo que se refiere a la composición del PIB, las cuentas del último trimestre también revelan muchos borrones. La construcción sigue tirando de la economía, aunque es el gasto público -¿son las elecciones?- el que registra las tasas de crecimiento mayores. Y, lamentablemente, las alegrías que nos trajeron los datos del tercer trimestre -mejoras en la inversión en bienes de equipo y exportaciones- se han venido abajo en el último trimestre. Las exportaciones han caído de un crecimiento del 6% a un 1,1% y la inversión en bienes de equipo ha pasado de crecer un 2,6 % a disminuir un 3%.
Pero, de esta incuestionable cuesta abajo que muestra el INE, no se puede concluir que este año la economía española seguirá yendo a peor. El pasado no es un buen indicador para predecir el futuro o, al menos, no es lo único en que debemos basarnos para hacer previsiones. Ciertamente hay algunos datos del pasado -la pérdida de competitividad o el aumento del endeudamiento de las familias y las empresas- que en algún momento lastrarán nuestro crecimiento futuro. Pero estos problemas no tienen por qué aparecer inmediatamente por lo que el crecimiento en el 2003 y el 2004 no tiene por qué ser peor que el de 2002.
En efecto, tanto el entorno internacional como las políticas aplicadas sugieren que este año puede ser mejor que el pasado. Es verdad que todos los analistas e instituciones han rebajado sus previsiones de crecimiento en el 2003 para el mundo y para Europa, pero, como también han reducido las estimaciones para el 2002, siguen manteniendo que el crecimiento del PIB será mayor este año que el pasado. Y las políticas macroeconómicas que se aplicarán este año en España serán más expansivas que en años anteriores. Por un lado, los tipos de interés serán inferiores a los del año pasado -el crédito hipotecario está creciendo al 18%- y es muy probable que el BCE vuelva a rebajar los tipos en marzo. Por otro lado, estamos en años electorales y, en vez de subir impuestos como en los años anteriores, este año se han reducido y en todas las áreas del gasto -pensiones, empleo público, Prestige, etcétera- vemos una actitud de barra libre, con lo que no sería extraño que el déficit público aumentara este año. Las cuentas del INE nos ha mostrado que, hasta ahora, hemos ido a peor, pero en 2003, Bush mediante, podríamos tomarnos un respiro.
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