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El Museo de Bellas Artes de Vitoria recopila los idealizados paisajes vascos de Ramiro Arrue

La pinacoteca muestra 41 trabajos que nunca habían salido del País Vasco francés

El Museo de Bellas Artes de Vitoria continúa con su labor difusora de los creadores vascos de principios del siglo pasado, tanto de uno como de otro lado de la frontera. En esta ocasión, le corresponde el honor a Ramiro Arrue, quien nació en Bilbao en 1892 y vivió durante buena parte de su vida en el País Vasco francés: en Ciboure y en San Juan de Luz, donde falleció en 1971. La muestra que se presenta en la capital alavesa procede de los fondos adquiridos a la familia del artista por el Ayuntamiento de esta última localidad labortana.

Los 41 lienzos y dibujos que se enseñan no habían salido nunca del País Vasco francés y suponen la mejor selección del trabajo del artista bilbaíno. La exposición, que se inauguró ayer y permanecerá abierta hasta el 6 de abril, muestra todas las facetas de un pintor que bebió de las vanguardias parisinas, siempre desde su pasión por los paisajes locales. Como considera Oliver Ribeton, del Museo de Bayona, "es, sin duda, el primer pintor que consigue reflejar la frágil pureza de un cielo vasco y el efecto cambiante de la luz sobre el verde de los prados y el azul del océano".

Ribeton se refiere a la voluntad del pintor bilbaíno por idealizar esa sociedad rural en extinción, no menos gris que la industrialización y el proletariado que comienzan a convivir con ella. Arrue lo consigue: sus evocaciones reproducen el mito del paraíso perdido, como también ocurre en sus paisajes de Castilla o del Bearn.

Están claros tanto su aprendizaje parisino como su relación con las vanguardias. De muy joven y como correspondía a la época, el pintor se trasladó a París, donde ya hervían los primeros movimientos vanguardistas. Como reconocía el propio Arrue, "para unos ojos nuevos que veían todo aquello por vez primera era un encantamiento, un mundo desconocido. Ningún lazo con nuestra tierra natal, ningún vínculo". En la capital francesa descubrió al paisajista Pierre Labrouche, pero también a Cézanne, Gauguin, Modigliani, Dalí y tantos otros que se movían entonces por el centro europeo de las artes plásticas.

En la inspiración de ese entorno de vanguardias, hay que ubicar el lado mundano de Arrue, como muestra la última adquisición del Museo de Bellas Artes de Álava, Naturaleza muerta sobre fondo de la Rhune, un lienzo en el que es innegable la influencia de Cézanne. Pero la exposición también recoge otras obras donde se percibe sus estudios del cubismo, como Uso zuria errazu o Galgo de Castilla. Este último trabajo es un ejemplo de su dedicación por la representación de ese mundo rural que desaparece y que Arrue representa desde esa distancia que ofrece el conocimiento de las vanguardias.

Austeridad

La austeridad metafísica que también recorre aquel comienzo del siglo XX se traduce en los óleos de Arrue en algunos de sus retratos, como el de su esposa Suzanne titulado Mujer sentada en un prado, con un brazalete verde.

En general, la exposición recorre la obra de uno de los pintores que surgieron a la sombra de Zuloaga, Arteta o los Zubiaurre. Como estos últimos, Arrue trabaja en un simbolismo a partir de una simplicidad de planos y formas que llevan a la idealización de la montaña vasca y la costa frente a la llanura, como refleja Socoa, paisaje con barco.

La colección de San Juan de Luz pertenece a la parte bella del paisaje del pintor bilbaíno: cerca de una veintena de cuadros donde recrea su ideal del paisaje, o, como señala el crítico Claude Mengès, "un espacio profano y sagrado, una tierra que duda entre realidad y nostalgia, un mito que se instaura".

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