El Madrid gana un asco de partido
Roberto Carlos, Ronaldo, con un gran gol, y Portillo remontan sin más el tempranero tanto del Valladolid
El Madrid no altera sus ciclos ni a tiros. A finales de febrero comienza a especular con los esfuerzos, a administrar la energía que considera necesaria para la Copa de Europa y a bajar el pistón en la Liga, en la que su rendimiento se desploma. Algo de eso anunció en El Sadar, pero se achacó al sarpullido que le sale cuando juega en Pamplona. Pero su desastroso partido frente al Valladolid confirmó todas las sospechas sobre el equipo, que ha perdido la pujanza de sus mejores días, los del crudo invierno, cuando el Madrid remontaba en la clasificación con la pujanza que le falta ahora. Derrotó al Valladolid sin más historia que los tres goles. Porque apenas hubo nada más en el Bernabéu. La gente se incomodó y repartió silbidos a granel. Hasta Macca recibió los suyos, lo que es novedad. Hizo un partido miserable y cuestionó cualquier posibilidad de rotación en el equipo. O están las figuras o el Madrid es una vulgaridad.
REAL MADRID 3 - VALLADOLID 1
Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Pavón, Helguera, Roberto Carlos; Cambiasso, Makelele; McManaman (Miñambres, m. 61), Raúl, Guti (Solari, m. 73); y Ronaldo (Portillo, m. 87). Valladolid: Bizzarri; Torres Gómez, Peña, Mustafá, Óscar Sánchez; Jesús (Caminero, m. 70), Colsa; Fernando Sales, Óscar González (Olivera, m. 77), Chema; y Pachón (Ciric, m. 70). Goles: 0-1. M. 10. Fernando Sales cabecea en el área pequeña y con sentido de la anticipación un centro de Torres Gómez. 1-1. M. 19. Roberto Carlos, de libre directo desde la frontal del área. Su disparo, casi raso, atravesó la barrera y botó delante de Bizzarri, que no supo reaccionar. 2-1. M. 22. Ronaldo, en una brillante jugada personal, coloca la pelota en la escuadra de Bizzarri. 3-1. M. 90. Centro de Roberto Carlos desde la izquierda y Portillo, tras rebotar el balón en un defensa, marca con la zurda en semifallo. Árbitro: López Nieto. Mostró la tarjeta amarilla a Guti, Makelele, Pachón, Chema y Óscar Sánchez. Unos 62.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.
La única novedad fue la victoria. El Madrid suele perder o empatar estos partidos porque se maneja mal en la desgana y porque no tiene suficiente espesor defensivo. Sin embargo, Helguera y Pavón funcionaron de forma impecable frente al Valladolid después de un sospechoso arranque frente a Sales y Pachón, dos balines que dieron muchos problemas en el primer tiempo. Del primer arreón salió el gol del Valladolid, anotado de cabeza por Sales, un extremo que merece más prensa de la que tiene. Al Madrid siempre le pone en apuros. Su duelo con Pavón fue lo mejor de un encuentro decepcionante. Como no había nada que ver, resultó interesante el combate entre el espigado central madridista y el veloz delantero. Para que el duelo se produjera fue necesaria la dimisión de Roberto Carlos, que no se ocupó ni por un momento de Sales, aunque parecía su obligación. El caso es que Pavón tuvo que acudir infinidad de veces a apagar el fuego en la banda izquierda, casi siempre en condiciones difíciles, en terrenos que podían comprometerle frente a un futbolista con bastantes registros. Sufrió en los primeros momentos del partido, pero luego se agrandó y alcanzó una buena nota, lo mismo que Helguera.
El gol casi fue malo para el Valladolid, a la vista de lo que sucede en el Madrid, que necesita esta clase de malos estímulos para agitarse. No necesitó del buen juego. Ni lo hizo ni tuvo interés en hacerlo. Contestó pronto y a su manera: con un tiro libre de Roberto Carlos, cuyo latigazo dejó en mal lugar a Bizzarri. A este portero le ha dado por colaborar con la causa madridista. Aquí, un amigo. Todo el cuidadoso montaje del Valladolid se le vino abajo en un segundo. El orden, la presión, el quite, los rápidos contragolpes, la incorporación de los centrocampistas, el gol..., todo había funcionado bien. Diez minutos después, el Madrid ganaba el partido con el tanto de Roberto Carlos y con un gol sensacional de Ronaldo, con ciertos derechos de autor por parte de Guti, que le entregó un pase excepcional desde el medio campo. Los críticos habituales del brasileño, que son legión por lo que parece, tuvieron que callar ante el bellezón de remate, un zurdazo eléctrico que pilló un poco desprevenido a Bizzarri, como no podía ser de otra manera. El Madrid no volvió a exigir al portero hasta el último minuto. Por cierto, para marcar el tercero. Lo hizo Portillo, que aprovechó perfectamente la oportunidad que le brindó Morientes con su inaceptable insurrección. En la escala de delitos de lesa majestad en el fútbol, Morientes cometió quizá el más deplorable: negarse a jugar. Su futuro en el Madrid esta escrito. No tiene futuro.
Después de los dos goles, el Madrid cayó en sus peores vicios. Fue del desorden a la desgana, o al revés. Sólo merecieron la pena algunos detalles de Guti, activo y listo en el medio campo como sustituto de Zidane. No encontró ayuda, excepto la de Ronaldo en la estupenda jugada del gol. A Cambiasso, cuyo esfuerzo no se discute, le ha afectado el síndrome Villar. El actual presidente de la federación fue un centrocampista defensivo que se distinguió por dar pases hacia atrás. No hubo uno que no le gustara. Hizo una larga carrera con esa extraña querencia. Pues en lo mismo está Cambiasso, y eso no le favorece en el Madrid. De los demás tampoco hubo noticias, ni tan siquiera de Raúl, que pasó inadvertido en un encuentro en el que su equipo no le necesitó demasiado. El Valladolid perdió gas, desaprovechó una ocasión estupenda de Pachón y terminó enredado en el insufrible partido que le propuso el Madrid, un asco de partido.
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