Novísimos al vacío

Entre los espacios incorporados en el curso de la presente temporada al panorama expositivo madrileño se cuenta esta galería de perfil un tanto excéntrico. Apelativo, éste, que cabe aplicarle, al tiempo, en sentido estrictamente literal, por su ubicación en una apacible y recóndita colonia de chalés del noreste de la capital; mas también por el desenfado hacia el que parece apuntar en el talante del proyecto la muestra coral que actualmente nos presenta y que, eludiendo las rutinas domésticas al uso, reúne una selección de artistas emergentes -aunque en más de un caso son ya figuras de culto- en la escena angloamericana del cambio de siglo. Más allá del guiño, entre circense y suicida, implícito en ese lema de Sadie Coles salta al vacío que bautiza la colectiva, se hace en realidad referencia a la apuesta dibujada por la galerista londinense así llamada y que ha asumido en este caso el comisariado de la exposición. El visitante que atienda con asiduidad al vaivén de las modas dominantes dentro del circuito internacional no ha de esperar en rigor grandes sorpresas de esta propuesta, aunque sí la oportunidad de contemplar un atractivo conjunto de piezas de autores que, con todo, no resulta tan habitual encontrar por estas latitudes.

El censo, un tanto extenso, integrado por 11 artistas -seis estadounidenses, dos escoceses, dos ingleses y el suizo Ugo Rondinone-, queda reflejado a la postre en la muestra, según sea el caso, por obra que resulta, en cuanto a número y entidad, de muy dispar envergadura. En tal sentido, lo más afortunado a mi juicio se sitúa finalmente en el ciclo narcisista de grandes formatos fotográficos del ya citado Rondinone, en el juego de inflexiones en torno al retrato de Elizabeth Peyton, en la secuencia desdoblada entre la imagen y el objeto por Andrea Zittel o, pese a su representación más escueta, en la fotografía de Sarah Lucas y en Richard Prince, con una de sus tan características apropiaciones inspiradas por los estereotipos tradicionales del humor gráfico.