¿Ciclo ruso?
El ciclo de compositores rusos que anunció el Palau incluye muchas sesiones como la que se comenta hoy, donde al lado de Chaikovski aparecen nombres tan poco rusos como el de Beethoven. En realidad, lo único que existe objetivamente es un díptico que anuncia todas las obras rusas que van a interpretarse esta temporada. Obras que no se ejecutan en sesiones específicas ni aparecen estructuradas por géneros o épocas, sino que se encuentran mezcladas, sin orden ni concierto, con otras partituras. Siguiendo esta lógica, podría haberse presentado igualmente, y con el mismo esfuerzo, un ciclo de compositores alemanes, italianos o franceses.
La obra rusa del martes fue el Concierto para violín de Chaikovski, donde se pone a prueba el virtuosismo del solista. Christian Tetzlaff pasó la prueba con nota, al menos en lo que se refiere a agilidad, dobles cuerdas, glissandi y demás recursos técnicos, de los que hizo una auténtica demostración en la cadenza del primer movimiento y a lo largo de todo el tercero. Cosa distinta es la calidad intrínseca del sonido, no tanto por el pequeño volumen que exhibió como por el escaso atractivo tímbrico (a pesar de la firma Peter Greiner que llevaba en su instrumento). Lo mejor fue la Canzonetta -cuyas primeras notas tanto recuerdan al Cant dels ocells- porque, aun sin dar pie a alardes de virtuoso, fue bellamente dicha por solista y orquesta.
Kent Nagano
Dirigiendo a la Deutsches Symphonie-Orchester Berlin. Christian Tetzlaff, violín. Obras de Chaikovski y Beethoven. Palau de la Música. Valencia, 18 de febrero de 2003.
Kent Nagano, tanto en Chaikovski como en Beethoven, mostró una visión oscilante entre un gran comedimiento y un apasionamiento total. Tanto es así que parecía rozar, en algunos momentos, la incoherencia. Dificultad ésta que se añadió a las que plantea intrínsecamente la Séptima Sinfonía del compositor de Bonn, una sinfonía peligrosa a pesar de su hermosura o, quizás, precisamente, por ella. Batutas demasiado ilustres la han interpretado y han dejado su huella en el disco. Ante el gran abanico de versiones, Nagano pareció decantarse por una óptica "moderna", pero sólo en la cuestión del tempo. En ese sentido el historicismo -que lleva tiempo clamando por "acelerar" a Beethoven- pudo sentirse satisfecho: fue brioso, realmente, el Allegro con brio, y verdaderamente rápido el Vivace que sigue al Poco sostenuto inicial. En el Allegretto se realizó una primorosa entrada de cada sección de los instrumentos de cuerda, y los vientos cumplieron sin dar una sola nota en falso. La Deutsches Symphonie-Orchester Berlin, técnicamente, lució buen ajuste y buena sonoridad. Sin embargo, no se ofreció nada nuevo en la lectura de Nagano, que no consiguió encandilar al oyente a pesar de todos sus aciertos.
Hubo después un agradable regalo: el aria de la Suite en Re de Bach, leída de una forma delicadamente romántica.
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