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Jóvenes, pobres y dispuestos a recorrer cientos de kilómetros

Cada noche, decenas de hombres y mujeres cruzan la frontera entre Marruecos y Argelia, teóricamente cerrada desde hace casi 10 años. Otros, menos numerosos, penetran en el Sáhara Occidental procedentes de Mauritania. Todos son subsaharianos y comparten un mismo objetivo: llegar a Europa desde Marruecos.

Cada mañana, las patrullas de la Gendarmería marroquí detienen a algunos de esos inmigrantes clandestinos. Con un poco de suerte acabarán siendo encarcelados, durante semanas o meses, por entrar ilegalmente en el país. Sin ella serán expulsados hacia Argelia. Marruecos no devuelve a los subsaharianos a sus países de origen porque carece de medios para hacerlo.

En los 40 primeros días del año, la Gendarmería ha detenido a 1.300 subsaharianos, según la agencia France Presse, que ha efectuado un recuento partiendo de los comunicados oficiales. El ritmo es muy superior al del año pasado. En todo 2002, 4.400 subsaharianos cayeron en las redadas policiales.

Nueva generación

"Una nueva generación de inmigrantes clandestinos procedentes de países de África subsahariana, cuyo denominador común es su juventud, su gran pobreza y su disposición a recorrer centenares de kilómetros a pie para alcanzar su destino, está llegando estos últimos tiempos hasta la región de Ujda", fronteriza con Argelia, señalaba la semana pasada la agencia oficial marroquí Map.

"Los subsaharianos nos cuentan, cuando les apresamos", relataba hace meses un oficial de la Gendarmería, "que con tal de deshacerse de ellos el Ejército argelino les ayuda a llegar a la frontera en camiones y les indica el camino a seguir en la oscuridad para atravesarla".

A aquellos que no son ni detenidos ni devueltos se les ve con frecuencia deambular por las grandes ciudades marroquíes, sobre todo las del norte. Para subsistir y recaudar el dinero para el pasaje en patera se dedican a la venta ambulante, mendigan e incluso roban.

A veces, también su mísera existencia se complica. El rey Mohamed VI ha reconciliado a la monarquía alauí con el norte del país, ignorado por su padre, y pasa el verano en su palacio de Tánger.

Entonces las fuerzas de orden público despejan el área de aspirantes a emigrar, a veces violentamente. La Asociación de Familiares y Víctimas de la Inmigración Clandestina, una pequeña ONG marroquí, ha denunciado en sus comunicados la actuación policial.

Además de la fuerza policial, Rabat va a disponer de un arsenal legislativo más eficaz para combatir ese fenómeno. El Parlamento marroquí se dispone a aprobar leyes mucho más duras contra la emigración clandestina.

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