Paz de conveniencia
Capello y Cassano interrumpen ante el Valencia su interminable carrera de enfrentamientos
Fabio Capello y Antonio Cassano han librado un duelo interpretativo de tintes fellinescos hasta que se han visto rodeados de escombros y no les ha quedado más salida que unirse. Quizá porque el Roma, escenario del pulso, es un club de entorno barroco, afición pasional y tendencias trágicas, los dos personajes han seguido el libreto con manifiesta virulencia. A dos días de enfrentarse al Valencia en el estadio Olímpico, sin embargo, las cosas han cambiado: Capello (Friuli, 1946), y Cassano (Bari, 1983) se reconcilian por razones de fuerza mayor. La consecuencia es que Cassano dispondrá de mucho tiempo de juego.
Por razones de carácter, Capello y Cassano llevan dos años en ruta de colisión. Uno, el patrón, es autoritario, gusta de las amenazas y tiene la garganta deformada por decenios de rugidos. El otro es joven, se ha educado en la calle, piensa que su habilidad le convierte en candidato al Balón de Oro y rechaza todo lo que huele a disciplina impuesta. Ambos poseen una marcada tendencia hacia la egolatría.
En ocasiones tiernas, a veces desgarradoras, sus peleas a grito limpio, en los vestuarios, en los entrenamientos o en los partidos, no parecen haberlos desgastado en lo más mínimo. A su alrededor, en cambio, el equipo se desmorona. Batistuta, exiliado; Totti, acosado por problemas físicos; Montella, deprimido... Entre una cosa y otra, el equipo se ha quedado sin delantera.
Gabriel Batistuta, líder del vestuario del Roma y abanderado de Capello, se enfrentó al técnico hace dos meses por defender a un par de compañeros. La ruptura fue irreparable. El técnico y el jugador resolvieron que lo mejor era separarse. Ahora Batistuta juega cedido en el Inter.
Francesco Totti, el capitán, el ídolo de la hinchada, sufre dolores en las rodillas y problemas musculares reiterados. Es el mejor futbolista del Roma, pero Capello se ha visto obligado a dosificarlo. Se perdió la última convocatoria de Italia y el sábado, en la Liga, jugó sólo medio tiempo contra el Brescia para prepararse para la cita con el Valencia.
Vincenzo Montella, Il Aeroplanino, fue en su tiempo uno de los delanteros más dinámicos y habilidosos del fútbol italiano. Hasta el pasado verano, cuando el divorcio de su esposa, Rita, lo hundió en una depresión.
Sólo Delvecchio podría jugar en punta, pero la falta de un interior en la plantilla impone su permanencia en la banda izquierda.
Cassano es la única alternativa posible y Capello le está dando más minutos que nunca desde que mantuvieron el último choque, el 16 de enero. Durante un entrenamiento, el técnico le corrigió una posición y Cassano le contestó violentemanete antes de dejar la práctica en medio de gritos. Al día siguiente, Cassano hizo lo mismo que en noviembre pasado: se quedó en casa. Desapareció, aunque esta vez avisó de que estaba "lesionado" y que no podía acudir a la llamada de la Copa. El 18 de enero, en una conferencia de prensa, Capello dijo que no lo convocaba para el siguiente partido de la Liga "por respeto a los compañeros que trabajan todo el día con regularidad".
El técnico solicitó al club la venta inmediata de Cassano, pero se encontró con la negativa de Francesco Sensi, el presidente. "El futuro de Cassano está en el Roma", dijo el viejo mandatario, que sufre una grave enfermedad y tiene en Il Talentino a uno de sus caprichos más queridos.
Hace dos semanas Cassano se anotó un punto en su casillero marcándole al Lazio el gol de la victoria, de cabeza.
Mañana, en Roma, Capello deberá contar obligatoriamente con él.
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