Lozano se carga al Mallorca
La autoexpulsión del colombiano rescata al Atlético cuando se le escapaba el partido
Una patada absurda de Lozano decidió. Una acción absurda por violenta, por innecesaria y por inoportuna. Se la dio a Torres y con ella se autoexpulsó, levantó al Atlético del suelo y enterró al Mallorca, que se las prometía muy felices por entonces. Había superado el furioso arranque del rival, nivelado el marcador y conquistado el partido. Tenía la pelota en sus botas y al Atlético en el rincón. Pero Lozano se puso el traje de karateka sin venir a cuento y mandó a su equipo al carajo.
Tuvo el Atlético una salida grande, posiblemente la mejor del curso, con la mezcla justa de orden y entusiasmo, de calidad y ganas. Y con ocasiones. Descorchó el partido al cuarto de hora tras una violenta volea de Movilla, pero acarició el gol antes. Fue un tramo en el que el Mallorca no acertó a pronunciar palabra. El Atlético recobraba la pelota pronto y entraba con energía por ambos costados.
ATLÉTICO 2 - MALLORCA 1
Atlético: Esteban; Contra, Coloccini, Hibic, Sergi; José Mari (Dani, m. 51), Albertini, Movilla, Luis García (Jorge, m. 64); Fernando Torres (Correa, m.75) y Javi Moreno.
Mallorca: Leo Franco; Cortés, Niño, Lussenhoff, Soler; Novo (Carlos, m.84), Lozano, Ibagaza (Campano, m.77), Marcos; Pandiani y Etoo.
Goles: 1-0. M.15. Albertini cuelga un falta, Leo Franco despeja de puños y Movilla, desde la frontal, remata de volea con la izquierda.
1-1. M. 20. Ibagaza abre un libre indirecto hacia atrás y Novo, de volea con la derecha, marca.
2-1. M.60. Albertini remata desde la frontal, Leo Franco despeja y Javi Moreno, tras pifiar el rechace, regala el balón a Luis García.
Árbitro: Iturralde. Expulsó a Lozano (m.33) por una patada a media altura a Torres. Amarilla a Lussenhoff, Pandiani, Cortés, Luis García, Marcos, Albertini, Niño y Correa.
40.000 espectadores en el Calderón.
Fue precisamente el gol a favor el que bloqueó a los rojiblancos, que comenzaron a entregar el balón de forma desesperante, a abrirle pasillos al Mallorca y a rendirse, en suma, al gobierno de Ibagaza, que, bien colocadito en el centro del campo, dio un recital y, de paso, la vuelta al partido. Posee el argentino mucho fútbol, una visión prodigiosa y un pase preciso. Toca siempre bien y siempre con peligro. De primera o no, mirando o sin mirar, por arriba o por abajo, en corto o en largo. De todas las maneras es un lujo para el juego y un veneno para el rival.
De sus botas nació el 1-1, al convertir en letal un libre indirecto que el árbitro sacó del área -Contra barrió dentro a Marcos-. Ibagaza hizo pensar a todos que cerraría el balón sobre la portería, pero lo abrió hacia Novo, que enseña un cañón cada vez que muestra una volea. El Atlético se salió del partido y descubrió agujeros por todos lados. Se quedó sin oxígeno y sin ideas, y el Mallorca, gustándose al son de Ibagaza, amenazó con pasarle por encima.
Pero Lozano se encargó de resucitar al Atlético con una autoexpulsión absurda. Fue como un animal a por un balón inofensivo y se llevó por delante de una brutal patada a Torres. Con la inferioridad, Ibagaza tuvo que refugiarse en el costado izquierdo y dejarle el centro a Marcos, más armado de pulmones. No es que el Atlético recobrara el mando al instante, pero sí salió del baile al que era sometido.
La desigualdad numérica, en definitiva, igualó el partido. Se observó también en la segunda parte. La posesión tuvo color atlético, que movió con inteligencia y paciencia la pelota de una banda a otra. Y el Mallorca aguantó bien ordenadito y tirando contragolpes que afilaban la velocidad de Etoo.
De la insistencia de los unos y la sorpresa de los otros quedó un duelo parejo que venció del lado rojiblanco en un lance extraño, mortal a partir de una pifia, de una patada al aire de Javi Moreno tras un rechace. El semifallo mandó al suelo a Franco y le dio al delantero la oportunidad de redimirse con un pase a Luis García.
Con el marcador otra vez de su parte, el Atlético se vino definitivamente arriba. El Mallorca se vio obligado a renunciar al orden, a arriesgar más, y los de casa, lanzados por un Movilla extraordinario, se crecieron a la contra. Era al Mallorca al que le empezaba a faltar el aire, pero Manzano no hizo el primer cambio hasta el minuto 77. Por entonces, Aragonés ya había cubierto los tres. El último, cómo no, Torres, al que castigó de forma fulgurante por un mal pase. Y el público se lo reprochó. Sobre todo, a medida que los suyos fueron tirando a la basura ocasión tras otra, dejando en suspense hasta el final una cita resuelta.
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