Concurso de fotografía

En estos días han sido expuestos en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Sevilla los trabajos reunidos con motivo del primer concurso fotográfico organizado por dicha institución, en el que he tenido la dudosa fortuna de participar. E insisto en lo de dudosa porque el desarrollo del mismo no hace en absoluto justicia a la calificación de Ilustre con que se adorna el susodicho colegio. Veamos por qué.

Comenzando por el final, es importante destacar que la exposición de las obras reunidas, celebrada en la misma sede del colegio, representa un acto de auténtica desconsideración hacia sus autores e incluso hacia los espectadores que asistieron atónitos a una presentación cuyo nivel no alcanza al que puede conseguir cualquier exposición entre niños de primaria (y con perdón en lo que a éstos concierne).

Por otra parte, la admisión de obras a concurso se ha realizado sin prestar la más mínima atención a las bases del mismo, dándose la curiosa circunstancia de que la mayoría de las fotos expuestas no se ajusta al formato exigido tanto para la imagen como para el passepartout. Y el colmo del remate es que la fotografía premiada no respeta ni uno ni otro.

Para redondear una organización lamentable, no se tiene el detalle básico de hacer pública la composición del jurado ni se comunica a los participantes el fallo final ni las fechas de la exposición. Todo ello, con independencia de su torpe diseño inicial y lo cuestionable del fallo del presunto jurado, ya que entraríamos en el campo de lo simplemente opinable.

Mi intención no es molestar a nadie sino desvelar errores que, bien pensado, pueden encontrar su explicación en la falta de experiencia, y exigir más rigor y seriedad en futuras convocatorias si es que llegan a producirse. El Colegio de Farmacéuticos de Sevilla debe dignificar su propuesta o abandonarla para siempre. Los fotógrafos se lo agradeceremos.