¿Qué nos ha hecho Irak?
Afirma la escritora que una guerra contra ese país ahondará aún más en la brecha entre Occidente y el mundo árabe.
Irak, cuyo nombre oficial es Al-Jumhouriya al-Iraqiya, suena insistentemente estos días en todos los medios de comunicación, pero también esa palabra nos viene asociada casi únicamente con Sadam Hussein. Pero Irak es algo mas que su jefe de Estado.
En primer lugar, el territorio iraquí, correspondiente a la antigua Babilonia, tiene una población aproximada de 18 millones de habitantes concentrados especialmente entre los rios Tigris y Eufrates, zona central del país por ser ésta la más apta para la agricultura. En la zona montañosa del norte, en el Kurdistán se hallan importantes yacimientos de petróleo, y es éste uno de los motivos clave en la guerra que EE UU prepara contra el país.
La confrontación bélica generará un millón y medio de refugiados, y la mitad no dispondrá de agua ni comida
La guerra provocará más fanatismo y más atentados. Y no traerá más seguridad ni más libertad al mundo
Esta población de 18 millones de hombres, mujeres y niños se vería directamente afectada por la guerra. La ONU ha presentado un escalofriante informe que adelanta el posible coste de la catástrofe: el número de victimas tras un ataque a Irak podría alcanzar las 500.000 personas entre población civil, miembros del ejército iraquí y soldados norteamericanos.
La confrontación bélica generaría un millón y medio de refugiados y además, una vez iniciados los ataques, la mitad de los iraquies no dispondría de agua ni comida. Finalmente, medio millón de personas necesitaría atención médica en medio de un paisaje desolado, en el que el 50% de las infraestructuras sanitarias habrían quedado destruidas. Muerte, devastación y más odio.
¿Qué nos ha hecho Irak?, se preguntaba sensatamente hace un par de días la actriz estadounidense Susan Sarandon, en un anuncio televisivo en contra de la guerra. Hay muchos norteamericanos que no comparten las ideas belicistas del presidente Bush. Es el caso de la mayor parte de grupos pacifistas, ONGs y demás organizaciones progresistas, así como la gran mayoría del mundo académico de las universidades americanas.
Este sector, el que más conozco, es contrario a la guerra. Piensan, como muchos de nosotros, que atacar Irak, además de ser una agresión no sujeta a derecho internacional -los expertos enviados por la ONU siguen sin poder demostrar ningún dato que justifique un ataque-, ahondará aún más la brecha entre Occidente y el mundo árabe, generando más fanatismo más atentados, la guerra no traerá más seguridad al mundo sino todo lo contrario.
Veo venir la guerra y observo horrorizada el entusiasmo de algunos líderes políticos animando a ese fracaso de la civilización que es la muerte de miles de seres humanos, enarbolando falsos motivos que esconden otros más oscuros y que la mayor parte de las veces tienen que ver con lo económico y el control de un territorio geográfico determinado.
Dice Karl Kraus en la introducción de su espléndido libro Los últimos días de la Humanidad, obra escrita durante la primera Guerra Mundial: "Toda la infamia bélica acaba superada por la infamia humana de no querer saber nada de la guerra".
Lo aparentemente inevitable no exime de intentar por todos los medios que no sea posible. Cuando hablo con muchas personas que como yo son contrarias desde todo punto de vista a esta descabellada guerra, me dicen apesadumbradas: ¿pero qué podemos hacer?; de todos modos los EE UU atacarán Irak.
Pero siempre les pongo el mismo ejemplo. Suponiendo que a mí me agrediera en cualquier circunstancia alguien de gran fuerza física y los que me rodearan vieran que nada podían hacer para disuadir al gigante, les estaría infinitamente agradecida que al menos intentaran defenderme, que no se quedaran indiferentes mientras el agresor me golpeaba. Es algo que tiene que ver con la dignidad y el no callar ante la arbitrariedad y la barbarie. El silencio, de algún modo, nos haría cómplices de ese medio millón de muertos. ¿Qué nos ha hecho Irak?
De la defensa de la palabra y el libre pensamiento frente a todo tipo de violencia sabemos mucho en nuestro País Vasco.
Exigiendo el estricto cumplimiento de los derechos humanos dentro y fuera de nuestras fronteras colaboramos en dar forma a la utopía de un mundo mas humanizado en el que el otro, todos los otros, sean tratados con idéntico respeto. Sean cuales sean sus ideas, su raza o condición, sus credos políticos o religiosos.
Julia Otxoa es escritora.
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