Coyuntura consensuada en Alemania
El análisis bianual de los seis institutos económicos critica, desde hace décadas, la política económica del Gobierno
Presiones como las vividas en España en contra de los servicios de estudios del SCH y del BBVA son difíciles de imaginar en Alemania, donde desde hace décadas un aceitado engranaje académico asesora y critica la política económica del Gobierno. Con departamentos de coyuntura que rondan las diez personas, y financiación pública y privada asegurada, seis respetados institutos publican cuatro pronósticos macroeconómicos al año, dos de los cuales, en primavera y otoño, son consensuados. Este cónclave bianual, que existe desde 1950 y está financiado por el Estado federal, es un proceso complejo y no exento de conflictos.
Los organismos cuentan con financiación pública y privada, y departamentos que rondan las diez personas
Hay tensiones entre el poder y la academia. Los políticos, socialdemócratas y conservadores, tienden a ignorar los consejos
El pasado jueves 30 de enero, cinco notables economistas alemanes tuvieron que acudir a una comisión parlamentaria de investigación, la llamada comisión de la mentira, con la que la Unión Cristiana Democrática (CDU) pretende probar que el Gobierno rojiverde engañó a sus electores al ocultarles que el déficit público alemán en 2002 superaría con creces el 3% del producto interior bruto (PIB) permitido en el Pacto de Estabilidad. El ejercicio se acabó cerrando con un 3,7%. "¿Esto se podía prever antes del 22 de septiembre? ¿Ustedes, qué dicen?", increparon los parlamentarios conservadores a los algo atolondrados expertos que habían acudido a la cita.
Las respuestas, claro, fueron variopintas. El profesor Joachim Scheide, experto del reputado Instituto de Economía Mundial (IfW, Kiel) afirmó que los más enterados en el Ministerio de Finanzas debieron de haber sabido ya en septiembre, unas semanas antes de las elecciones, lo que se venía encima. Uno de los integrantes del Consejo Asesor para la Evolución del Conjunto de la Economía -los llamados sabios-, Jürgen Kromphardt, por contra, sostuvo que "tan sólo en octubre hubo una base fundada" para asegurar que Alemania había infringido el Pacto de Estabilidad. Dado que la incertidumbre que rodea los pronósticos económicos incluso ha aumentado en los últimos años, "es de por sí difícil distinguir una información a sabiendas errónea de una apreciación errada", agregó otro experto, Gustav Horn, del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW, Berlín).
'Comisión de la mentira'
La citación de los expertos económicos a la comisión de la mentira -cuya creación fue incluso polémica dentro de la misma oposición conservadora, algunos de cuyos integrantes se preguntaban: "¿Acaso nuestro ex canciller Helmut Kohl decía toda la verdad a la hora de enfrentarse a las urnas?"-, en definitiva, no aportó mayor claridad a los parlamentarios. La ciencia económica, ya se sabe, no es una ciencia exacta.
Pero es un engranaje bien engrasado, con gran aceptación entre políticos, académicos, analistas y periodistas, al menos en Alemania. Un papel protagonista en el análisis de la coyuntura lo desempeñan los seis grandes institutos de investigación económica: los ya mencionados IfW en Kiel y DIW en Berlín, y el Archivo de Economía Mundial de Hamburgo (HWWA), el Instituto para la Investigación Económica de Múnich (Ifo), el Centro para la Investigación Económica Europea de Mannheim (ZEW ), el Instituto para la Investigación Económica de Renania-Westfalia (RWI) y el Instituto para la Investigación Económica de Halle (IWH). Con departamentos de coyuntura que rondan las diez personas, financiación pública y privada asegurada (esta última, a través de la contratación de proyectos de investigación) y vinculaciones de mayor o menor grado con las universidades de las ciudades en las que tienen su sede, cada uno de estos institutos publica cuatro pronósticos macroeconómicos, tantos como épocas tiene el año. Sobre todo cuando la situación es crítica y el crecimiento, como en los últimos años, se derrumba, sus estimaciones tienen asegurada primera página en los grandes periódicos.
Las dos proyecciones más importantes del año, sin embargo, son en primavera y otoño, cuando los investigadores de los seis institutos se ponen de acuerdo para presentar al Gobierno y a la opinión pública un pronóstico conjunto. Esto se escribe más fácil de lo que se pone en práctica: para acordar una posición aceptable, tanto para el tendencialmente monetarista IfW como para el más bien keynesiano DIW, y para todos los matices que pueda haber entre ambos, se requieren verdaderos maratones académicos.
Los investigadores tienen que entrar en clausura durante dos semanas para discutir a fondo sus múltiples diferencias. "Una vez, mi mujer estuvo a punto de llamar a la policía, porque a las cuatro de la mañana todavía no había llegado a casa. Ella creyó que me habían asaltado en el Jardín Inglés, aquí en Múnich", recuerda Oscar-Erich Kuntze, del Ifo, el mismo instituto que mes tras mes publica el influyente índice de confianza empresarial. Kuntze es un veterano en estas lides. La primera vez que participó en un pronóstico conjunto fue en 1967, hace 35 años.
El bianual cónclave de los institutos existe desde 1950. Es el mismo Estado federal que lo financia, con 1,3 millones de euros en 2002. Se trata de un proceso evidentemente arduo, pero muy útil: de la disparidad de criterios se va formando un consenso del que han sido limadas las proyecciones más aventuradas. Junto al informe anual de los cinco sabios -un gremio creado en 1963, cuyos miembros, designados por el presidente alemán a petición del Gobierno, son independientes en la redacción de su informe anual, que se presenta siempre a mediados de noviembre-, el Ministerio de Economía, en lo ideal, se basa en estos diagnósticos para presentar sus propias estimaciones unas semanas después. "El Gobierno suele escuchar muy bien lo que decimos", subraya Jan-Ebert Sturm, del instituto Ifo.
Y no intenta presionar sobremanera a los institutos o los cinco sabios. Incluso Kuntze, el veterano, tiene que escarbar mucho en su memoria para recordar algo semejante a la amenaza de retirar los fondos públicos. "Por allá, en los años setenta, el entonces canciller socialdemócrata, Helmut Schmidt, alguna vez se enfureció porque pronosticamos un millón de parados. Amenazó con quitarnos la financiación. La prensa, sin embargo, puso el grito en el cielo, y todo quedó igual", rememora.
Conflictos con el poder
Tensiones entre el poder y la academia, sin embargo, desde luego, las hay: a inicios de 2001, por ejemplo, el Gobierno se resistió contra viento y marea a revisar a la baja sus proyecciones de crecimiento, mientras que los institutos, tanto en su pronóstico conjunto como en sus estimaciones individuales, recortaban un mes sí y otro también sus previsiones de crecimiento. El canciller, Gerhard Schröder, en repetidas ocasiones acusó a los expertos de contaminar con su pesimismo la confianza de los empresarios y los consumidores. Lo que no sabía en aquel entonces el canciller es que la coyuntura marcharía incluso mucho peor de lo previsto: Alemania cerró aquel año con un 0,6% de crecimiento. Esta experiencia parece haber servido de precedente para que en enero pasado, dos años después de aquellas disputas, Schröder acatara sin chistar demasiado un igualmente desesperanzador dictamen de los institutos.
"Las polémicas suelen ser más ásperas a la hora de los análisis de fondo, cuando los institutos evalúan las consecuencias de las políticas económicas adoptadas", recuerda Andreas Cors, del DIW en Berlín. Las predicciones cuantitativas, de hecho, están basadas en análisis cualitativos, y son éstos a los que los Gobiernos no hacen mucho caso. Los institutos, y sobre todo los cinco sabios, desde hace años recomiendan aquellas mismas reformas estructurales de la economía alemana cuya ausencia está considerada como la principal razón de la preocupante debilidad de la mayor economía de la zona euro. Los políticos, no sólo socialdemócratas, sino también conservadores, sin embargo, tienden a ignorar estos consejos, e, incluso, como el actual ministro de Economía, Wolfgang Clement, llegan al extremo de acusar a los expertos de "no saber de lo que están hablando".
El necesario cambio en la política económica
"La política cada vez toma menos en serio a la ciencia económica", constató en una reciente entrevista con Der Spiegel Michael C. Burda, un economista estadounidense y profesor de la Universidad de Humboldt, en Berlín, que en enero declinó ser el primer extranjero entre los cinco sabios. A la vista del inmovilismo reinante en la política alemana -originado también por la proliferación de poderosos grupos de presión-, Burda, en definitiva, prefiere quedarse en la universidad.La necesidad de cambiar el rumbo de la política económica suele ser subrayada también por otros participantes en la investigación de la coyuntura, como el otrora todopoderoso Bundesbank o los servicios de estudios de los bancos privados. El protagonismo de estos últimos creció con el auge bursátil de los años noventa y con la consiguiente demanda de informaciones por parte de inversores y periodistas. "Nosotros nos ocupamos del día a día de la coyuntura, e intentamos ser más rápidos que los institutos, que sólo se pronuncian cuatro veces al año", afirma Ralph Solveen, del Commerzbank en Francfort. "Ellos analizan para sus clientes y dan más peso a las evaluaciones de riesgo y los estudios sectoriales. Es otro enfoque, quizás menos independiente", subraya Andreas Cors, del DIW.
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