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Un "posibilista" en la silla de Pedro

Sin embargo, las naciones y los pueblos tienen una intrahistoria vigorosa y continuada a la que no pueden alterar unas cuantas décadas de nuevo régimen político. En el caso de Polonia, la nacionalidad se forjó en torno a la defensa del catolicismo como creencia colectiva frente a los países fronterizos que, una y otra vez, invadieron sus territorios y le repartieron su suelo. El poderoso arraigo de la fe católica en Polonia se debe en gran parte. a que, al igual que en Irlanda, forma parte de su propia identidad histórica corno pueblo. El comportamiento de la jerarquía eclesiástica durante la segunda guerra mundial y su abierto rechazo de cualquier forma de colaboracionismo con el nazismo alemán no hizo sino fortalecer esa implantación del catolicismo en el alma colectiva polaca. Por lo demás, las relaciones de la Iglesia polaca con el. régimen socialista, que fueron muy tensas y difíciles hasta 1956, durante la época en que se ideó la expresión. «Iglesia del silencio» fueron mejorando sensiblemente durante las dos últimas décadas hasta alcanzar un statu quo satisfactorio, si bien no existen relaciones diplomáticas plenas entre el Vaticano y Varsovia. La libertad de culto se halla garantizada, así como la libertad de expresión y de educación para los católicos, seguramente porque las autoridades polacas, tras unas primeras tentativas de imponer por vías administrativas el agnosticismo y el ateísmo, entendieron la inutilidad de sus esfuerzos y prefirieron hallar un acomodo político con la Iglesia. Es igualmente notable que haya sido el cardenal Wojtyla, y no el cardenal Stefan Wyszynski, el prelado polaco elegido para ocupar la sede vacante del papado. El anciano arzobispo de Varsovia está asociado, en la memoria histórica, a las duras y agrias batallas libradas a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta contra el Gobierno polaco, de las que salió vencedor, pero que marcaron para siempre su carácter. En cambio, el arzobispo de Cracovia -la patria de Copérnico- pertenece, a una generación posterior que aceptó el hecho de la coexistencia pacífica entre el Estado socialista y la Iglesia y la plausibilidad de que el nuevo régimen económico y social persista en el tiempo. El cardenal Wojtyla ha sido calificado como un «posibilista» en el terreno político, que ha admitido como un dato inmodificable de la situación la legislación laica sobre régimen matrimonial y control de la natalidad promulgada por el Estado polaco, aun considerándola inadecuada para los creyentes. Al tiempo que ha luchado por mantener o ampliar el campo de libertad para la actuación de la Iglesia en los asuntos específicos de la fe, ha dado en varias ocasiones apoyo público a reivindicaciones económicas de los trabajadores. En el terreno doctrinal, algunos curriculums hacen referencia a sus simpatías por el Opus Dei y a su conservadurismo teológico; otros, en cambio, resaltan sus vinculaciones con el movimiento creado en torno a la revista Znak, en el quejuegan un destacado papel católicos afines con el pensamiento del personalismo de Mounier y de la revista Esprit. Otra nota singular del cardenal Wojtyla es su carácter de arzobispo residente en Polonia. Sus vinculaciones con la curia romana no son, por tanto, grandes. La elección de Juan Pablo II plantea dos expectativas de enorme interés en lo que se reficre a las relaciones de la Iglesia católica con el mundo político contemporáneo. De un lado, la enorme presencia del Vaticano en la vida política italiana, tanto por sus conexiones con la Demo cracia Cristiana como por la autoridad de los anteriores pontífices en las cuestiones temporales del país del que fueron ciudadanos, quedará reducida por la nacionalidad polaca del nuevo Papa, si bien la curia puede retener instrumentos de poder suficientes para mantenerla. De otro lado la designación del cardenal Wojtyla puede entenderse como un paso más en la estrategia de la Iglesia católica para orientarse hacía un futuro en el que las formationes sociales posteapitalistas coexistirán probablemente con los países que se rigen por el sistema de economía de mercado y que se sitúan en las viejas tradiciones culturales y políticas de Occidente.

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