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'Los monólogos de la vagina' sigue con éxito en su tercera temporada

En febrero de 1999, la actriz Maite Merino se encontraba en Londres buscando un buen espectáculo para montarlo en España con su propia productora, Karácter. Y topó con un filón: Los monólogos de la vagina, escrito e interpretado (en la versión que ella vio) por la terapeuta estadounidense Eve Ensler. El texto es una selección de entrevistas a mujeres de toda procedencia y circunstancia realizadas por la propia autora con un tema común: la relación con su vagina. Para Merino, conseguir programarlo fue una labor titánica, pero ahora el éxito no se apaga y pronto rebasará su tercer año y las 700 representaciones. La actriz cuenta que el espectáculo da voz "a mujeres normales, como tu madre y a tu hermana". Y eso es muy atractivo, porque "hablar de sexo en familia sigue siendo tabú".

Una asistente a un curso de autoconocimiento corporal encantada de haber visto por primera vez en el espejo su propia vagina, dos mujeres violadas, una burguesa septuagenaria para quien su sexo es un "sótano húmedo al que no se ha bajado desde 1953", una lesbiana prostituta muy dispuesta a contar cómo da placer a sus amantes, son algunas de las personas entrevistadas por Ensler cuyo testimonio nutre Los monólogos de la vagina. La mayoría han sufrido represión en materia sexual, pero se atreven a hablar de sus experiencias con naturalidad. Algo que, como recuerda Merino, no es hoy tan normal como podría pensarse. En escena la acompaña la también actriz Magdalena Broto. Antonia García es la directora de esta "tragicomedia", como la actriz califica este montaje, que pasa de la carcajada al drama en un momento.

"Palabra proscrita"

Los monólogos... se ha presentado en numerosos países (en Londres sigue en cartel, y en Nueva York, ciudad donde se estrenó mundialmente, lleva seis años representándose). Actrices de la talla y la fama de Winona Ryder, Susan Sarandon, Melanie Griffith o Marisa Tomei lo han interpretado. Pero todo esto no era tan evidente cuando Merino adquirió los derechos para la versión española. Los monólogos teatrales no habían germinado como ahora. Entonces el espectáculo no se conocía aquí y, para colmo, el título, que la actriz ni quería ni podía cambiar, incluía una palabra proscrita: vagina, que además se repite 128 veces a lo largo de la función. El resultado fue que los programadores no se atrevían a contratarlo por temor al rechazo del público.

La productora consiguió estrenar en Becerril, "un pueblo muy cerrado de la sierra de Madrid". Le tocó correr con todos los gastos, pero valió la pena porque a los lugareños "les encantó" y se superó la prueba de fuego. El combate duró casi medio año hasta que encontró teatro en la capital, el Alfil, donde sus monólogos se presentaron por espacio de 15 meses. Desde septiembre, el montaje se representa en Barcelona, donde no para de prorrogarse.

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