La participación de los estudiantes
Una de las críticas habituales a los estudiantes, y a los jóvenes en general, es la escasa participación. Se trata de una crítica generalizada que, en los últimos tiempos, ha sido un tanto cuestionada. Una de las causas que comenzó a romper con este tópico fueron las masivas manifestaciones de estudiantes a lo largo del Estado español pidiendo la retirada de la Ley Orgánica de Universidades. Durante varios meses los estudiantes de enseñanza secundaria y de universidad nos manifestamos demandando que no se aprobara esta ley. Las respuestas a estas manifestaciones fueron de anecdotario, como aquella que decía que los estudiantes que se manifestaban no sabían por qué lo hacían o que la tarea de un estudiante es estudiar. Y pese a la contestación social, al fin, la LOU se aprobó por más que hubiesen argumentos y manifestaciones en contra. Pero, por un momento, pareció que volvían a viejos tiempos de reivindicaciones de los derechos estudiantiles y eso, en cierta forma, fue interpretado por algunos como una buena señal por lo que respectaba a la participación: los jóvenes se habían reactivado.
Más recientemente, los medios de comunicación han mostrado imágenes de miles de jóvenes que han participado en una tarea más que solidaria: contribuir a la limpieza de las costas gallegas, manchadas por los vertidos del petrolero Prestige. Poniendo como ejemplo el caso de mi universidad, la Universitat de València, donde a pesar de la trayectoria seguida hasta el momento actual, positiva en muchos aspectos, todavía hemos de hacer esfuerzos para mejorar la participación estudiantil, hasta ahora han participado 200 voluntarios a causa de las restricciones de plazas en Galicia. En realidad, voluntarios candidatos a participar había más de 2.000. Ésta es, pues, otra señal de reactivación de la participación.
Si miramos estas dos instantáneas, podríamos sentirnos optimistas, pero esta euforia pasa de repente a la decepción si nos detenemos a echar una ojeada a los datos de participación en los procesos electorales, donde, en los últimos años, es una excepción superar el 20% de participación universitaria. De hecho, en el proceso electoral que siguió a la LOU el nivel de participación fue de los más bajos en los últimos años en todo el Estado, aunque en la Universitat de València se superó la media participativa estatal.
Un mero vistazo a la participación en programas de voluntariado nos permite un retorno al optimismo: solamente en el curso anterior participaron más de 700 estudiantes en los programas de voluntariado de la Universitat de València.
Además, son más de 200 los colectivos y asociaciones inscritos en el Registro de la Universitat, cifra que supone una de las más elevadas de toda España.
A la vista, pues, de estos datos, ¿qué podemos decir?, ¿la gente participa mucho o poco? En mi opinión, depende de la óptica desde la que se enfoque: no podemos medir la participación con los mismos instrumentos que a principios de los años ochenta del pasado siglo. La evolución de la sociedad lo impide y, por tanto, este tipo de comparación nos puede conducir a conclusiones erróneas. No se puede desmarcar un análisis participativo de un análisis de la evolución de las conductas sociales del colectivo de estudio, sean estudiantes o jóvenes en general. El perfil del estudiante actual: a tiempo completo como norma general, con intención de finalizar sus estudios cuanto antes mejor, con voluntad de integrarse en el mercado laboral, pero también con las incertidumbres del empleo, la vivienda ... hacen que tenga que replantearse las formas de ver la participación y, sobre todo, las políticas a aplicar para promover la implicación de las y los estudiantes.
Se trata de nuevos planteamientos que no sólo se han de aplicar desde la universidad, sino también desde las Administraciones Públicas, en tanto que tales problemas no son específicos de los estudiantes, sino generales de la juventud del siglo XXI. En el ámbito asociativo, después del crecimiento de la participación y agrupación juvenil de finales de los ochenta y principios de los noventa, se ha hablado de un cierto estancamiento o crisis del entorno asociativo desde la mitad de la pasada década. La necesidad de un liderazgo desde el ámbito público en este sentido es fundamental si se quieren relanzar las políticas de participación de los jóvenes, estudiantes y no estudiantes, adaptadas a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades del entorno en que vivimos.
Joan Enric Úbeda es Delegado de Estudiantes de la Universitat de València.
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