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Columna
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Un estímulo para los abogados

Paul Krugman

Mis colegas han denominado la propuesta planteada por el Gobierno de Bush de eliminar los impuestos sobre los dividendos empresariales el recorte de impuestos de Charles Schwab. De hecho, la idea parece haberse originado en los comentarios hechos por Schwab el pasado verano en Waco (Texas). Pero una mirada más atenta sugiere que en realidad debería denominarse ley de la complicación impositiva 2003: hará poco, o nada, para crear empleos en la economía en su conjunto, pero será una mina de oro para los abogados expertos en Derecho fiscal y los contables. Incluso algunos de los grupos de presión que uno podría esperar que aplaudiesen el plan creen ahora que es tan complejo que resultará inviable.

Poner fin al impuesto sobre los dividendos tendrá mayores costes para el presupuesto que los que los mayores críticos han denunciado hasta ahora

Es probable que ya hayan leído ustedes muchas cosas acerca de la economía del plan del Gobierno; todas las críticas son ciertas. El plan no tiene nada que ver con el estímulo, dado que el próximo año llegarán menos de 10 centavos por dólar. Sus ventajas están casi ridículamente dirigidas hacia los muy, muy ricos (ejercicio para los lectores: explíquese cómo puede el Gobierno afirmar que la familia media obtiene un recorte impositivo de 1.083 dólares, cuando el 80% de las familias obtendrán menos de 1.000 dólares, y la mayoría menos de 300).

El lema era sencillo: "adiós a la doble imposición". Las empresas, se decía, pagan impuestos sobre sus beneficios, así que no volvamos a gravar la misma renta, cuando se paga en forma de dividendos. Pero el lema era simplista. En un sistema lleno de lagunas jurídicas como el nuestro, muchas empresas rentables pagan poco o nada en concepto de impuesto sobre los beneficios (y con el nuevo plan las empresas seguirán estando ansiosas por sacar partido de todas las lagunas jurídicas posibles). Además, las cuentas de jubilación, que reciben la mayoría de los dividendos pagados a los inversores de clase media, ya están exentas de impuestos.

Así que poner simplemente fin a los impuestos sobre los dividendos sería un claro regalo a los ricos: permitiría a algunos inversores adinerados no pagar impuestos en absoluto. Eso es demasiado, hasta para el Gobierno de Bush. El plan es mucho más complicado: los dividendos sólo estarán exentos si se considera que la empresa ha pagado suficientes impuestos sobre los beneficios.

Esto no es más que una complicación leve, pero no se acaba ahí. Las empresas que reinvierten sus beneficios se han quejado del plan. Así que hay otro parche: cuando las empresas prefieran no pagar la cantidad permitida de dividendos libres de impuestos, los dividendos no pagados se deducirán de la plusvalía de los accionistas, reduciendo sus impuestos cuando éstos vendan las acciones. Esto tiene sentido, en parte; pero significa que cada contribuyente tendrá que mantener elaborados archivos, y también abre nuevas posibilidades de fraude.

¿Se sienten confusos? Los expertos también. Al 90% de los estadounidenses nada de esto les importa, porque en cualquier caso obtendrán poco o nada de la exención en los impuestos sobre los dividendos. Entre la minoría que podría obtener ventajas, muchos descubrirán que la rebaja fiscal se la han comido los abogados y los contables.

Téngase en cuenta que el IRS ya ha sobrepasado con creces sus límites: durante años, el Congreso ha privado al sistema de recursos, y los funcionarios admiten en privado que cada vez se está controlando peor la evasión de impuestos. Pero si la exención del impuesto sobre dividendos va a hacer muy complicada la declaración de impuestos, también va a hacer mucho más difícil que el IRS aplique las normas. Los abogados ya están tramando sistemas para explotar las múltiples lagunas jurídicas que el plan crearía.

Esta es mi predicción: si entra en vigor la exención de impuestos sobre los dividendos, las normas que supuestamente impiden el fraude -que impiden que los ricos eviten por completo el pago de impuestos- estarán sometidas a una amplia evasión. ¿Obtendrá el IRS los recursos necesarios para controlar dicha evasión? No seamos ridículos. Los verdaderos costes del plan para el presupuesto y sus ventajas para los ricos serán mayores de lo que hasta los críticos más feroces afirman ahora.

Es tentador atribuir este caos a la incompetencia pura y dura: a George W. Bush le gustó lo que dijo Charles Schwab, y nadie se atrevió a contarle al emperador la verdad sobre su traje. Quizá el caos sea deliberado. ¿Es simplemente un paso más hacia un sistema en el que sólo la gente humilde pagará impuestos?

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