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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

La informática sostenible

Salobreña equipa todos sus centros de enseñanza con ordenadores reciclados

Hace sólo dos años, los colegios públicos de Salobreña (Granada) contaban con un total de 67 ordenadores, de los que 41 disponían de conexión a Internet. Este era el parque informático con el que se atendían las necesidades de más de 2.000 alumnos de Primaria y Secundaria. Como ocurre en otras muchas localidades andaluzas, la dotación de equipos con relación al número de usuarios estaba muy por debajo de la media española, de la media europea y del objetivo que Bruselas se ha fijado para este mismo año.

En las aulas de Primaria sólo había un ordenador conectado a Internet por cada 100 alumnos y, por tanto, no parecía fácil situarse en la ratio española (2,5) ni en la europea (2,7), y mucho menos alcanzar la cifra que a finales de 2003 debería cumplirse en el conjunto de la Unión Europea (6,7). La situación en Secundaria era algo mejor, ya que la ratio salobreñera ascendía hasta el 3,7, rebasando por poco la media nacional (3,6), pero situándose muy lejos de la media europea (6,6) y de la que se pretende alcanzar a escala comunitaria (6,7).

Hoy, este municipio costero tiene unos niveles de informatización, en el ámbito escolar, muy superiores a la media registrada en España y Europa, y sólo comparables a los que disfrutan los países más aventajados del continente, como Dinamarca o Finlandia. En Primaria se ha multiplicado por siete la dotación de ordenadores conectados a Internet y en Secundaria casi se ha triplicado. En total se han instalado 124 nuevos equipos, además de otros 39 que dan servicio a tres bibliotecas públicas y a un centro de formación de adultos.

Pero quizá lo más llamativo de esta pequeña revolución es el coste de la misma. En total, la adquisición de los nuevos ordenadores, el software necesario para ponerlos en funcionamiento y la instalación de las redes que los conectan entre sí y permiten el acceso a Internet apenas ha supuesto una inversión de 14.310 euros. Es decir, menos de 100 euros por equipo.

El secreto de esta experiencia, única en toda la comunidad andaluza, no es otro que el uso de ordenadores reciclados, que ya se consideraban obsoletos y estaban destinados a reposar en cualquier vertedero, y la aplicación del sistema operativo Linux, cuya licencia es gratuita. "Este mismo esfuerzo, partiendo de ordenadores nuevos, hubiera supuesto un coste, al menos, diez veces mayor, lo cual lo hubiera hecho inviable", asegura Enrique Montero, profesor de Tecnología Electrónica de la Universidad de Cádiz y promotor de los Círculos de Innovación y Tecnología (CIT), desde los que se ha liderado este proyecto.

El procedimiento no ha sido muy complejo. Los CIT consiguieron en su día una donación de ordenadores fuera de uso procedentes de Endesa. Una vez revisados y configurados para trabajar con Linux se enviaron a Salobreña, con cuyo Ayuntamiento se firmó un convenio de colaboración. En posteriores visitas, los especialistas de la universidad gaditana instalaron los servidores y pusieron en servicio las redes de interconexión.

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Por expreso deseo de los CIT y del propio Ayuntamiento, la operación no contó con ningún tipo de financiación procedente de las arcas municipales, sino que se buscó la complicidad de diferentes colectivos sociales, empresas e instituciones de la localidad, y, por supuesto, de los correspondientes centros de enseñanza. Estos últimos pagaron 30 euros por cada ordenador puesto en servicio.

Teniendo en cuenta las necesidades de los alumnos, salvo en el caso de aulas especiales, este tipo de ordenadores, que en otros ámbitos se consideran obsoletos, ofrecen las mismas prestaciones que los equipos de última generación. Por ello, explica Montero, "es un despilfarro adquirir sólo ordenadores nuevos y, desde luego, hasta una irresponsabilidad el mantener a los alumnos sin esta herramienta por empeñarse en adquirirla a un precio muchísimo más elevado, sabiendo que no se va a disponer de los recursos necesarios".

Los beneficios sociales de este tipo de iniciativas son más que evidentes. Por un lado se fomenta, a muy bajo coste, la formación de los estudiantes en la tecnología de redes que, a juicio de los especialistas universitarios, constituye el mayor yacimiento de empleo actual. Asimismo, facilita el acceso a la informática y a Internet, como recurso educativo, de los sectores sociales que disponen de una menor capacidad económica. Y, por último, se evita el vertido de un importante volumen de chatarra electrónica, en la que aparecen un buen número de sustancias tóxicas y peligrosas: en España se arrojan cada año unas 200.000 toneladas de equipos electrónicos; el 20% corresponden a ordenadores.

Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es

Los 'chips' de la Junta, en la basura

A pesar de que la experiencia de Salobreña ha recibido todo tipo de elogios, la Administración andaluza parece, sin embargo, decidida a apoyar únicamente la retirada y eliminación de este tipo de basuras, sin apostar por la reutilización de aquellos equipos que aún puedan ser operativos. De hecho, la única iniciativa que ha puesto en marcha el Gobierno autonómico está destinada a retirar, a lo largo de este año, unas 1.000 toneladas de basura electrónica, tarea que ejecuta la Empresa de Gestión Medioambiental (Egmasa).

Los expertos de la Universidad de Cádiz se encuentran ahora con la imposibilidad de extender esta experiencia a otros municipios ya que apenas reciben donaciones de ordenadores. Paradójicamente, lamentan los responsables de este proyecto, la Junta de Andalucía, a la que de forma insistente se le ha reclamado ayuda, no ha destinado ni un solo ordenador a este tipo de experiencias, a pesar de que la Administración autonómica retira, como obsoletos, decenas de equipos todos los meses.

Las grandes empresa tampoco hacen nada por contribuir a este sistema de reutilización y prefieren tirar los ordenadores que ya no tienen uso, o almacenarlos como una molesta basura, antes que efectuar una donación. Las pocas que han contribuido a esta iniciativa tampoco se han destacado, en la mayoría de los casos, por aportar algo más que los propios ordenadores fuera de uso. "Nosotros nos hemos ocupado de retirar y cargar los equipos, y hasta hemos pagado el transporte", lamenta Montero, quien asegura: "Hay almacenes llenos de ordenadores, pero nadie parece dispuesto a mover un solo dedo para que estos residuos, que en muchos casos tienen la catalogación de peligrosos, sirvan para algo".

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