Entre la calle y la muerte
"Tras analizar los recortes de prensa, en diez años de labor como escritor he descubierto 301 referencias a mi obra. De ellas, las favorables han sido 3; las adversas e insultantes suman 298. Estas últimas constituyen un reflejo fiel de mi vida como escritor. Al héroe de mi obra Los días de los Turbín, Alekséi Turbín, lo han llamado en verso y en letras de imprenta 'hijo de puta' y al autor de la obra lo han calificado de individuo atacado de 'senilidad canina". Este fragmento de la carta que el dramaturgo y novelista Mijaíl Bulgákov envió al Gobierno de la URSS el 28 de marzo de 1930 permite imaginar las proporciones que alcanzó la campaña de acoso a que se vio sometido a partir de 1926 el autor de la monumental El maestro y Margarita, acaso la más inteligente y original formulación novelesca que ha dado el siglo XX ruso. Bulgákov, el autor teatral de mayor éxito en aquel momento, consagró sus últimos doce años de vida a la redacción de este arrollador testamento lírico, de prodigiosa arquitectura metaliteraria, que sublima la sátira y dignifica la moral en plena consolidación del estalinismo. Consciente de la precaria suerte que todo ello le granjearía, durante ese tiempo escribió también un largo número de cartas al propio Stalin en busca de una solución que pudiera salvarle de "la miseria, la calle y la muerte".
Nacido en Kíev en 1891 y muerto en Moscú en 1940, este médico militar de familia ilustrada decidió dedicarse a la literatura con casi treinta años y comenzó a publicar relatos breves en revistas como Rossía. La aparición de Corazón de perro lo convirtió enseguida en una de las grandes voces de las nuevas letras rusas. Dotado de una infrecuente y luminosa complejidad narrativa, Bulgákov tuvo además el don de convertir en héroes populares a los peores enemigos del proletariado rampante, de modo que su adaptación de La guardia blanca a la escena puede considerarse también el inicio de su carrera hacia el abismo. El propio Stanislavski montó la obra en octubre de 1926, en lo que se consideró el auténtico renacimiento del Teatro del Arte de Moscú desde el estreno de La gaviota, de Chéjov. El éxito de público de El apartamento, de Zoia, y, en 1928, de La isla púrpura confirmarían su caída en desgracia aunque después consiguiera ver estrenado su Molière y las adaptaciones cinematográficas de clásicos como Pushkin o Gógol. El resto de su formidable obra, incluida La novela teatral, una sátira feroz sobre los entresijos del teatro, sólo vería la luz en 1965.
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