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Alivio en el barrio de las víctimas, sorpresa y pesar en el del acusado

La noticia corrió como la pólvora por toda la ciudad. En la zona alta de Barcelona, en el barrio del Putxet, los vecinos se mostraban aliviados y agradecidos por la detención del presunto asesino de dos mujeres en el aparcamiento de la calle de Bertrán. Mientras, en La Mina, junto al río Besòs, la llegada de la policía con el acusado cayó como un jarro de agua fría: sólo le faltaba eso al barrio más estigmatizado de la ciudad.

Pese a la alegría, en el Putxet los vecinos mostraban cautela: "Hasta que no se confirme que el detenido es realmente el autor de las muertes no vamos a dormir tranquilos", era la frase más repetida. A media tarde, el sentimiento que expresaban era de estupor: durante dos meses del año pasado el acusado había sido cliente del mismo estacionamiento en que se cometieron los crímenes.

En la puerta del aparcamiento, agentes de policía de paisano comprobaban la identidad de los clientes. "Estamos muy contentos, pero para que las cosas vuelvan a ser como antes tendrá que pasar un tiempo", decía Miquel, uno de ellos. La presidenta de la Asociación de Vecinos y Amigos del Putxet, Mónica Marambio, hizo un llamamiento a la tranquilidad: "De la misma forma que no hay que bajar la guardia, hay que intentar volver a la normalidad". El marido de la segunda víctima, Rupert Bilbao, felicitó a la policía, aunque con matices: "Si hubieran contado con más medios no habrían tardado tanto", dijo.

En el paseo de Camarón, de La Mina, mientras tanto, un centenar largo de vecinos se agolpaba frente al edificio donde vivía el detenido con su familia. "Era un chaval tranquilo, que estudiaba y trabajaba y no se metía en líos de droga ni nada", decía una mujer que vive en la misma escalera.

"Después de esto ya pueden quemar el barrio, porque ni los taxis se van a atrever a venir por aquí", se lamentaba un hombre. "Por uno malo, siempre nos meten a todos en el mismo saco", corroboraba otro. Sobre las 20.30 horas el detenido, esposado, salía de su casa, tras el registro. Algunos vecinos corrieron tras el coche policial. "¡Asesino, asesino!", gritaban.

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