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Columna
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Cuatreros

Hasta hace poco la política internacional aún seguía las reglas que los anglosajones habían extraído del deporte. La rapiña estaba cubierta por la hipocresía y el juego limpio exigía pedir perdón al adversario después de pisarle el hígado. Había una vía hacia la maldad que pasaba por Oxford. Esta clase de política fue exportada a Norteamérica y allí tomó una forma de elegancia bostoniana que permitía invadir países, imponer dictadores, saquear sus materias primas, asesinar líderes demócratas, arrojar napalm sobre niñas desnudas y entronizar en el planeta el demonio del uranio. La crueldad siempre estaba adornada con las bellas maneras de la Costa Este, con los subterfugios, formalidades, disculpas y otros terciopelos que cubren el garfio del pirata. Después de haber arrasado Hiroshima y Nagasaki con fuego atómico, en el acto de la rendición formal del Ejército japonés en septiembre de 1945 sobre la cubierta del acorazado Missouri, los vencedores aun ejercieron la suprema lección al recibir los sables de los generales vencidos con un estilo que hoy sería inimaginable. Aquella crueldad bostoniana ha sido sustituida por el descarnado matonismo de los petroleros de Tejas. Ved aquí a George Bush, que camina espatarrado para no dañarse con las propias espuelas después de haber salido del alcohol duro cantando salmos de Isaías; reparad en Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, echando veneno por la boca torcida, un tipo que ha mandado cubrir los pechos de mármol de la Justicia. Hay que repetir de nuevo el grito de Cicerón: "¿En manos de qué gente estamos?". Frente a estos políticos del Oeste el pacifismo es la nueva frontera. Comienza a ser arriesgado amar la paz a toda costa en este tiempo en que nos abocan a la guerra los intereses de unos cuatreros tejanos, que antes robaban caballos y ahora esquilman bolsas de petróleo bajo el desierto. Hay que ser muy valiente para defender los mares incontaminados, los cauces limpios de los ríos, los valles todavía no violados, el aire puro. Te expones a que los intelectuales mamporreros te llamen poeta y también puedes ser vilipendiado bajo el nombre de alma blanca o idiota angelical. El pacifismo es una línea de combate llena de peligros porque uno debe enfrentarse a estos forajidos sólo con una zodiac, una pancarta y la razón. La crueldad de los políticos rapaces no ha cambiado, pero su voracidad ahora es tan salvaje que frente al cuatrero Bush ser pacifista no sólo es decente, sino también refinado.

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