Nuevas protestas a la ONE

Los dos conciertos dirigidos a la Orquesta Nacional de España (ONE) por Pedro Halffter han servido, entre otras cosas, para medir el temple del joven maestro, puesto que sus dotes y su seria preparación estaban suficientemente reconocidas. Pero, sin duda, la mezcla de la interpretación responsable y los conflictos laborales o huelgas se avienen mal.

Esperábamos que en la nueva aparición de la Orquesta Nacional se reprodujera la protesta de la semana pasada, ya que al ser público de distinto ciclo tenía tanto derecho a la "contestación" como el del primero. No se quedó corto, pues saludó a la orquesta con una considerable pitada y griterío suficiente para que apenas se entendieran algunas increpaciones.

Halffter soportó con dominio la respuesta de nuestra filarmonía a un problema del que también el maestro fue "sufridor". No tenía, por lo mismo, que dar explicación alguna, como pidió alguien desde la sala. Hizo algo mejor el músico madrileño: calmó la tempestad con la ayuda de Beethoven, pues la Octava sinfonía, punto sereno entre la Séptima -apoteosis del ritmo- y la Novena, canto-himno de la humanidad, es algo tan perfecto, transparente, vivo y mesurado a la vez, que impuso la paz, porque la protesta no volvió a repetirse como el viernes anterior. Lo peor del caso es que estamos ante una suerte de tregua, sin que pueda hablarse, todavía, de soluciones definitivas o de largo alcance.

Respondió la audiencia con sensibilidad y no negó largos aplausos al director ni a los instrumentistas, sin confundir "ovejas con merinas", como dicen en Castilla. Bien es cierto que, tras el intermedio, actuó Sabine Meyer, grandísima virtuosa del clarinete (Crailsen, Alemania, 1959), como protagonista del Concierto en fa menor, de Carl Maria von Weber, obra que, dentro del estilo filorromántico y elegante, acusa un conocimiento notable del instrumento.

La versión alcanzó unos niveles fuera de serie y así fue la reacción del público que obtuvo, como premio, un brillantísimo "encore" de la antigua solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Para final, Scriabin y su Poema del éxtasis. Aun reconociendo en esta música perfiles y sentimientos peculiares, no debe considerarse -como hace Mila- "anuncio de Richard Strauss" y basta con repasar las fechas para comprobar que, salvo la Alpina, todos los poemas del alemán son anteriores a los del ruso. Halffter expuso la obra con buena línea y cuidado de detalles, tan singulares en el pensamiento conceptual y sonoro de Alesandre Scriabin. Muchos aplausos, sin disensiones, pusieron punto final a la interesante y movida tarde.