Divorcio transatlántico
Las relaciones transatlánticas, que han garantizado la paz y la estabilidad en Europa en los últimos 50 años, han entrado esta semana en la crisis más profunda de su historia. Es un tópico entre los políticos europeos situar el vínculo con Estados Unidos en un lugar central de la política exterior europea, de sus estados y de la UE. Viene avalado por el eficaz funcionamiento de la Alianza Atlántica durante la guerra fría y su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de la posguerra, incluyendo la ampliación a países centroeuropeos y la relación especial con Rusia. Pero la mayor demostración del valor que han dado los socios europeos a esta relación fue la respuesta al ataque terrorista sufrido por Estados Unidos el 11-S. La OTAN activó, por primera vez, el artículo del Tratado que prevé la defensa mutua en caso de un ataque exterior. Lo que había sido pensado para garantizar la libertad de los europeos frente a la amenaza soviética funcionó como gesto de solidaridad frente al terrorismo.
La guerra que se prepara contra Irak implica una confrontación de mayor calado histórico entre EE UU como hiperpotencia única y la Unión Europea
Mucho ha llovido desde entonces, y esta semana, el mismo Consejo Atlántico que expresó su solidaridad con Estados Unidos, decidió posponer la activación de los planes de contingencia para preparar el ataque contra Irak, tal como pedía Washington, a la espera de conocer los informes de los inspectores de Naciones Unidas. Estados Unidos tuvo el apoyo de España, Italia, Polonia, República Checa y Reino Unido frente a Alemania, Francia, Bélgica y Luxemburgo. El secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, respondió a las pocas horas de forma contundente, en palabras que han caído como un jarro de agua fría sobre las cancillerías de Berlín y París: "Ustedes piensan en Alemania y Francia como si fuera Europa. Yo no. Creo que ésa es la vieja Europa". "El centro de gravedad está desplazándose hacia el Este y hay muchos nuevos miembros", añadió.
La vieja Europa, es decir, Francia y Alemania, habían presentado el mismo día un frente común respecto a los planes de guerra contra Sadam Husein, muy bien sintetizada en dos ideas por el presidente Chirac: "La primera es que toda decisión corresponde exclusivamente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La segunda es que para nosotros la guerra es un fracaso. Debemos hacer todo lo posible para evitarla". El solemne escenario de la declaración fue Versalles, en la celebración del 40º aniversario del Tratado del Elíseo, la alianza que formaliza el llamado eje franco-alemán, impulsor de todas las grandes decisiones de la UE en las últimas décadas, como la actual ampliación hacia Europa central o en su día el ingreso de España, la construcción del Mercado Unico y la creación del euro.
La extrema dureza de Rumsfeld quedó corroborada inmediatamente por las reacciones periodísticas. Un diario italiano próximo a Berlusconi hablaba de "la bofetada de Versalles". El columnista del New York Times William Safire criticaba de paso los proyectos franco-alemanes sobre una presidencia del Consejo Europeo como un intento de "dominación sobre las otras 23 naciones de la Europa continental, en la que la nueva figura del "zar franco alemán de la UE dominaría a un desdentado presidente de la Comisión Europea". Dividir a los europeos y enfrentarlos a Alemania y Francia aparece así como el objetivo.
Las tesis del alto representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, publicadas en un artículo por este periódico hace dos semanas, bajo el título de Las semillas de una posible ruptura entre EE UU y Europa, han quedado dramáticamente confirmadas.
La crítica de Marín
¿Y España en todo esto? El responsable de política exterior del PSOE y ex comisario europeo Manuel Marín lo ha resumido en su intervención en la Comisión de Exteriores del Congreso: "Ustedes han roto un eje director de la política exterior española y han roto la política de consenso en política exterior". Las cosas le han ido muy bien a España en la UE siempre que se ha arrimado al eje franco-alemán. La adhesión, la política de fondos estructurales y el reparto de poderes en su interior han jugado a favor de los intereses españoles porque hubo sintonía con Mitterrand y con Kohl. José María Aznar, desde antes de su llegada al Gobierno, ha buscado otras alianzas, principalmente Londres y Roma, bajo la obediencia de Washington.
La guerra que se prepara contra Irak implica una confrontación de mayor calado histórico, entre Estados Unidos, que se despliega e impone como hiperpotencia única, con la doctrina del ataque preventivo por delante, y la Unión Europea, que bracea por conseguir una política exterior común y combate con las divisiones en su propio seno. Y España estará del lado de quienes llegan a esta contienda con el aura de los vencedores. La decisión sobre la guerra de Irak, al parecer, ya se ha tomado, pero el combate transatlántico todavía no se ha librado.
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