Los placeres ocultos del horror
Quizá el aspecto más impactante de esta nueva exposición en Madrid de Natalia Granada es el contraste que ofrecen su alta temperatura y sus excesos con respecto a la mayoría de los artistas que se decantan por la contención y la frialdad conceptual o posminimalista. Allí donde muchos otros de sus colegas despliegan actualmente estrategias analíticas, deconstructivas o simplemente reflexivas, Natalia Granada pone en marcha recursos estéticos y retóricos entresacados del barroco y del expresionismo con el propósito evidente de convertir su trabajo en un motivo de apasionamiento y exaltación. Cierto, en este empeño no está completamente sola como lo prueba la sola mención de Louise Bourgois y de la Cindy Sherman de las últimas etapas, artistas que obviamente la han influido en su trabajo y que como ella no han vacilado en echar mano de recursos igualmente teatrales y patéticos. Pero Natalia Granada ha sabido encontrar su lugar dentro de esta tendencia extremando sus propuestas, haciéndolas todavía más agresivas, provocadoras e incluso truculentas.
NATALIA GRANADA
'Insomnia' Galería Begoña Malone Pelayo, 50. Madrid Hasta el 22 de febrero
De hecho la exposición, titulada expresivamente Insomnia, se presenta no como un simple despliegue de esculturas y dibujos sino como un refinado y efectista dispositivo escenográfico. En la primera sala de la galería la artista ha dispuesto una pieza compuesta por dos espejos en L y apenas levantados del suelo, sobre cuyos extremos se apoyan dos figuras dobladas sobre sí mismas y unidas por una versión desquiciada del cordón umbilical. Las figuras vagamente femeninas, alienígenas, extrañas, inquietantes y recubiertas de una patina que evoca la eficacia fetichista del látex, prolongan sus poderes perversos en la media docena de dibujos que cuelgan de los muros y que representan figuras abiertamente femeninas mutiladas y troceadas. Hay algo allí de teatro del horror evocado y a la vez escamoteado por el refinamiento del dispositivo escenográfico que se repite, con otro acompasamiento y otros matices en el sótano de la galería, donde al difuso asedio del horror se añade el de la claustrofobia.
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