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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Holanda regresa al redil

La ajustada victoria de los democristianos gobernantes, que han batido por dos escaños a una oposición socialdemócrata renacida de sus cenizas, restituye el paisaje político holandés a sus perfiles más tradicionales tras un año de convulsiones. El mayor vuelco de la segunda elección general en los Países Bajos en ocho meses, junto con el resurgimiento socialdemócrata, ha sido el desplome del partido populista de Pim Fortuyn, destruido por sus luchas internas, que ha pasado de los 26 diputados obtenidos en mayo gracias al carisma de su líder asesinado a los 8 conseguidos el miércoles.

Con su carga de radicalismo y xenofobia, el efímero protagonismo de la Lista Fortuyn debe considerarse a la postre saludable. Sus puntos de vista sobre la inmigración o la delincuencia han infundido vigor a la lucha política y han trasladado abiertamente su discusión a los partidos más arraigados, ensimismados durante demasiado tiempo en discusiones de mesa camilla. Los comicios han confirmado lo que anticipó el caso Fortuyn, la relevancia de las personalidades políticas acusadas -como el joven y telegénico jefe socialdemócrata, Wouter Bos, artífice de la resurrección- y de los temas calientes, identidad nacional o seguridad ciudadana, a la hora de decidir resultados. Asuntos que gracias a la globalización y a la ampliación de la UE se van a mantener en el candelero durante años y que ya se han situado en lugar preferente de las agendas de numerosos gobiernos, desde el Reino Unido a Italia, pasando por Francia o España.

El vaivén holandés consumado con el regreso a los partidos pilares del sistema abre la puerta a una previsible, y arriesgada, gran coalición entre los democristianos del primer ministro, Jan Peter Balkenende, y sus rivales socialistas, al estilo de la que gobernó entre 1989 y 1994. Los primeros sondeos muestran una preferencia abrumadora del electorado por esta alianza, querida también por los sindicatos, que tendría una incontestable mayoría parlamentaria. En situación económica delicada y con un horizonte internacional plomizo, Holanda necesita un Gobierno estable. Pero en el tira y afloja negociador, que se prevé largo, Balkenende podría apostar por la reedición de un pacto como el de tan corta vida con los llamados liberales del VVD y el partido de Fortuyn. Esta unión abiertamente derechista sería mucho más coherente en términos programáticos, pero más frágil en el Parlamento. Y, vistos los desastrosos antecedentes, bastante impredecible.

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