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LA NOTICIA EN LA RED

La industria del ordenador y de la música pactan 'los derechos del consumidor'

Mientras las discográficas y las informáticas han llegado a un principio de acuerdo sobre la copia de productos, la industria cinematográfica sigue exigiendo una ley que cape la capacidad grabadora de los aparatos digitales

¿El comprador de un disco tiene derecho a copiárselo a un amigo? ¿Y a dos? ¿O no tiene derechos? La llegada de la tecnología digital ha provocado un choque de jumbos entre la industria del ocio y la tecnología, entre Hollywood y Silicon.

En la corriente de para que no haya incendios, cortemos los árboles, el senador Fritz Hollings promueve en Estados Unidos una ley que prohíba la fabricación de aparatos digitales, a menos que lleven un mecanismo que impida la copia de música y películas.

Ante la amenaza de esa ley, la industria discográfica y la tecnológica llegaron a un pacto la semana pasada sobre los derechos del consumidor. La Computer Systems Policy Project (CSPP), que agrupa a las empresas Intel, Microsoft, Apple o Dell, se comprometen a reforzar sus medidas contra la piratería digital; mientras que la Recording Industry Association (RIAA) se opone a legislar para bloquear los reproductores digitales. Las dos partes reconocen el derecho del consumidor a copiar música y películas para uso personal. El acuerdo deja aislada a la asociación del cine, la MPAA, que sigue apoyando la ley Hollings, también llamada ley Disney.

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HOLLINGS:
MPAA:
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CSPP:

A juicio de Andy Grove, presidente de Intel, el proyecto de ley de Hollings "es mayor amenaza para la industria tecnológica que la recesión".

En su artículo colgado en la página de la CSPP, Grove recuerda que la vanguardia tecnologíca siempre fue un desafío para la industria del ocio. "Ya se resistió a la aparición del radiocasete y del vídeo y, posteriormente, al DVD; pero luego la industria del entretenimiento demuestra una gran habilidad para convertir esas amenazas en lucrativos negocios cuando finalmente aceptan el inevitable avance de la tecnología".

Grove reconoce que durante seis años las dos industrias -la de contenidos (música y cine, principalmente) y la tecnológica- sólo han estado creando escudos para proteger sus posiciones. Pero se pregunta: "¿Cómo protegerse contra la copia y la transmisión de material que ya está en las manos de la gente y circula por Internet?".

Andy Grove tumba las medidas que pide la industria del ocio, como crear una gran base de datos y comparar en ella si cada CD y DVD llevan la marca original y, de no ser así, bloquear la transmisión. "¿Se le pide acaso al cartero que abra cada carta por si hay dentro algo ilegal?".

La segunda opción de la industria del cine son los sistemas de protección, pero, se pregunta Grove: "¿Por qué la industria tecnológica tiene que proteger a otras? ¿Los fabricantes de imprentas fueron obligados a proteger a los monjes?".

Grove da soluciones: "En lugar de derrochar un montón de energía en ensanchar el precipicio, hay que crear puentes. Dejen al consumidor que disfrute con música y cine donde y cuando quiera; enriquezcan sus productos con información, con interactividad, con conexiones automáticas a bancos de datos de esos intérpretes, cobren una cantidad justa por los servicos. ¿Sería una solución? La historia sugiere que sí. Los ingresos por cintas de vídeo excede a los de la taquilla del cine".

El acuerdo ha animado a varios senadores a pedir a Hollywood que también se adhiera; además, la ley Hollings parece estancada desde que su promotor fue sustituido en el Comité de Comercio.

"Una generación de jóvenes", sentencia Grove, "se ha acostumbrado a que los contenidos digitales sean libres; ahogando los medios digitales con una ley como ésa, sólo conducirá a los jóvenes a la piratería".

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