Buhardillas para después de esquiar

En el recóndito y hermosísimo pueblecito de Unha, que dista cinco kilómetros de la estación de esquí de Baqueira-Beret, perdido entre las montañas y apartado de los principales centros de animación blanca, se esconde el apartotel Es De Don Joan. Un establecimiento de aspecto encantador cuyas habitaciones aprovechan al máximo el espacio disponible y los servicios se reducen a la mínima expresión: la recepción echa el cerrojo a las ocho de la tarde, los propietarios desaparecen de la escena y como único acceso queda abierto un portón de acero contiguo al garaje, en el sótano. Este paso no es sustituido por la entrada principal hasta las ocho y pico de la mañana, cuando el mostrador de recepción se colma de magdalenas plastificadas, mermeladas estuchadas, café de melita y pan de tuésteselo-usted-mismo.

Para qué complicarse la vida. El vestíbulo muda a comedor, salón de estar, auditorio de televisión... Muy mono, en madera y gres, con tapicerías a cuadros y una chimenea acampanada de cobre que calienta de verdad. Ambiente rústico y funcional, como todo lo que se construye hoy en el valle de Arán. Y, teniendo en cuenta que la jornada del esquiador se concentra en el deporte en pistas, ¿quién puede azorarse con la estrechez premeditada de los dormitorios? La fatiga solapa incluso su atmósfera algo desabrida. Salvo en las buhardillas, que invitan más al recogimiento gracias a su estructura en dúplex y con pequeños detalles ornamentales o domésticos: el microondas, el frigorífico, cocina vitrocerámica...

Cuando la estancia se prolonga por una semana, el servicio garantiza la limpieza diaria del apartamento, excepto la cocina. La lencería se cambia una vez, y las toallas, a diario. Y más vale darse prisa en las reservas, pues el hotel ha colgado varias veces esta temporada el cartel de completo.