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Columna
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Todo fluye Aznarín

El principal problema del PP es que la realidad se mueve. Niña, estáte quieta, advierte el Príncipe a esa mocosa. Pero nada. Ella tan feliz y saltarina, o tan desganada, según. Pues tiene la realidad esas maneras equívocas. Ahora que nieva y hiela hasta en las sierras andaluzas más suaves, enferma parece de súbita apoplejía, como por causa de recónditas obstrucciones que la hacen del todo incomprensible; o adquiere de pronto las broncas maneras de un potrillo; o se vuelve taciturna como un adolescente al que se le han atascado los logaritmos entre un amor imposible y un remate de cabeza. Las más veces, sin embargo, su estado es el de un fluido pegajoso, como una mancha de hollines licuados que se extiende sin parar. Niña, estáte quieta, vuelve a amenazar El Príncipe, Aznarín Ya Impaciente. Pero nada.

"Panta rei", todo fluye, dijo el filósofo, que en gloria esté de sus nubes caprichosas. Y fluidas. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, añadió. Salvo que sea de alquitrán, o de fuel derramado por la incontinencia de la realidad, esa niña hiperactiva que suelta su vejiga oscura en cualquier sitio. Claro que en tiempos de Heráclito no había petróleo, o se consideraba un subproducto de la realidad inverosímil. Lo inverosímil hoy es cualquier cosa que no sea petróleo. Hasta los discos de música plateada son minúsculas galletas aplastadas del barril que todo lo inunda. ¡Niña, estáte quieta!, vocifera ya el Príncipe, Aznarín Tormentoso. Pero nada.

Todo fluye. Menos la nave del Capitán Chaves, metida en calma chicha esta semana. Las primeras gaviotas manchadas del PP llegaron a Doñana con el solsticio de invierno. Tal vez habían ingerido partículas de negra realidad, además de rozarse en su espesura. Por el alerón de estribor, el capitán otea, suspiroso, el horizonte. Luego observa las manchas de realidad circundante, tornasoles de una pátina lechosa sobre la superficie quieta del mar, que dificulta la oxigenación de las criaturas que allí bullen de esperanzas: deudas históricas, campesinos altivos, células madre curativas, hermosos peces de colores en un sueño andaluz y adelantado. Pero de cuando en cuando, aunque no quiera, entrevé las sombras de la realidad: tiburones canónigos, inmobiliarios inmóviles, mercaderes de muerte en las pateras, peces gordos, en fin, chapoteando en la sopa del almirantazgo, sorteando los filamentos que emergen del fondo despanzurrado de la realidad.

Ha dado órdenes severas el capitán Chaves. Que nadie moleste esta semana su soliloquio de vigía, salvo que sea el telegrafista con la respuesta esperada. El 23 de diciembre envió la última "oferta sensata y razonable" para salir del atolladero: 720 millones, en lugar de los 2.741,6 que en realidad son, ay, la realidad. La que fluye y fluye. Una primera contestación del almirantazgo, cuatro días después, admitía la deuda. Luego reculó, se diluyó también. Sólo era "conciliación de cuentas". La risotada del Ministerio de Negruras rizó la calma chicha. Por un momento el capitán creyó que su nave se movía. Pero sólo era eso. En su fuero interno varias preguntas quieren salir a flote, con las dificultades del caso: ¿Por qué se burlan de mí y sólo de mí? ¿Por qué no me den nada? ¿En qué me he equivocado?

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