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'LAS PRIMARIAS' DEL PP
Columna
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Los planes de belleza del delfín

Rato sigue la recomendación de Aznar de no hablar de la sucesión, pero su discurso de ayer en Valladolid fue el de un presidenciable

El miércoles 8 de enero, 72 horas después de que Rodrigo Rato anunciara estar en condiciones de aceptar la presidencia del Gobierno -en realidad, la candidatura a ella- si su partido tomase la decisión de ofrecérsela, el jefe del Ejecutivo y patrón indiscutido del Partido Popular le respondía al delfín y, de paso avisaba a los candidatos Mariano Rajoy y Jaime Mayor Oreja. Fue el miércoles 8, en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional.

-Os quiero a todos hablando de cosas serias y no de planes de belleza en siete días -dijo José María Aznar.

El delfín había cometido un error de cálculo, quizá por el adormecimiento de reflejos que siempre provocan las fiestas navideñas, la Nochevieja y Reyes.

Aznar ha recordado que ahora hay que poner todo el esfuerzo en ganar las elecciones

¿Error? Sí. Esta, la pasada, no era su semana. El día decisivo era el jueves 9: el día previsto para el acto teatral en el cual Ana Botella daría su respuesta a Alberto Ruiz-Gallardón sobre su presencia en las listas del PP a la alcaldía de Madrid. El estado de disponibilidad declarado por Rato, pues, podía empañar, al monopolizar la cháchara y los rumores en los principales círculos del partido, la pureza prístina del sí de Ana Botella.

Pero tampoco era la semana por otra razón. Aznar ha decidido imponer su nueva política de guerra fría interna contra el terrorismo y la delincuencia como un aspecto central de su estrategia electoral, para el 25 de mayo y después. Y las dos estrellas de esta etapa son el ministro del Interior, Ángel Acebes, y el de Justicia, José María Michavila. Ambos forman una personalidad compacta, que impulsa el endurecimiento de las penas contra el terrorismo y la delincuencia, y la ofensiva contra los jueces blandos o sospechosos de complacencia con ambas plagas. La referencia más inmediata es Francia. El personaje allí es el hábil ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. Y Estados Unidos, después del 11 de septiembre de 2001.

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La frivolidad, por así decir, de deslizarse por el trampolín de la sucesión es incompatible, a ojos de Aznar, con las tareas urgentes, cuyo norte es ganar las próximas elecciones municipales y autonómicas. El ministro Francisco Álvarez-Cascos ya lo había dicho al comparecer ante la prensa tras el último Consejo de Ministros de 2002. Primero hay que llegar a la cima de la montaña; la sucesión vendrá después. Aznar lo ha vuelto a recordar ante el Comité Ejecutivo Nacional:

-Hay que hacer el máximo esfuerzo para ganar las elecciones municipales y autonómicas de mayo.

Precisamente: el acto del jueves, en el cual Ana Botella anunciaría su candidatura, apunta a ése objetivo. Ana no está, para volver a la expresión de su marido, en un plan de belleza de siete días. Está en otra cosa: ganar las elecciones municipales.

Cada vez es más claro que la presencia de Ana Botella en la lista de Ruiz-Gallardón obedece a dos razones: una, elemental, su deseo de hacer política a través de un puesto ejecutivo -seleccio-nado de antemano, como es el de concejala de Acción Social-, algo que hubiera sido de difícil cumplimiento, por ejemplo, si hubiera optado por presentarse a las elecciones generales en 2004. Porque no es fácil imaginar a Ana Botella -quizá injustamente- como ministra, al menos sin una experiencia política previa. Y dos, la necesidad de cubrir, en términos de atracción del voto femenino, el flanco abierto por la presencia de una mujer, Trinidad Jiménez, como cabeza de cartel del PSOE para la alcaldía de Madrid.

Pero el presunto y más que discutible error de cálculo de Rato al anunciar su disponibilidad no empañó la fiesta. Casi siete años en La Moncloa junto a su marido -algo que ella misma se encargó de destacar en su discurso de aceptación- le han permitido a Ana Botella gozar del suficiente morbo como para impulsar su candidatura rodeada de la plana mayor del PP y a horcajadas de un espectáculo mediático.

Si uno analiza escena a escena y personaje a personaje, la política española parece una coproducción franco-americana. Aznar interpreta al presidente norteamericano George W. Bush, y, atención, que la guerra contra Irak todavía está al caer; Acebes y Michavila hacen, de común acuerdo, el personaje del ministro francés Nicolas Sarkozy. A Rodolfo Martín Villa le acaba de tocar el de Henry Kissinger, con su designación de comisionado del Gobierno para las actuaciones que serán adoptadas ante la catástrofe del Prestige. Pero Martín Villa, a diferencia de Kissinger, hará su papel. Porque el ex secretario de Estado norteamericano abandonó la comisión sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 antes de arrancar.

El nombramiento de Martín Villa no supone la desaparición total de la piedra del Prestige sobre las espaldas de Sísifo-Rajoy, pero sí algo de alivio. Con todo, en la rueda posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes, el vicepresidente primero demostró que había captado el mensaje de Aznar sobre los planes de belleza, al responder sobre si estaba, como Rato, en situación de disponibilidad.

-La verdad es que no, no, no. Permítame usted que no manifieste criterio alguno sobre ese asunto... No... Es decir, respetando, como es natural, el que mi compañero de Gobierno y de vicepresidencia sí lo haya hecho. Pero yo sobre ese asunto, ya lo he dicho en muchas ocasiones, no voy a manifestar ninguna posición. Probablemente no lo haga nunca, fíjese usted.

"Probablemente no lo haga nunca". Hombre, si se le ofrece ser candidato a la presidencia por el PP, sería lógico que manifestara "alguna posición". ¿O es que es tan consciente de que nunca le caerá esa breva por la sencilla razón de que Aznar ya ha decidido, provisionalmente, por supuesto, que su delfín será su "compañero de Gobierno y vicepresidencia"?

Ayer, en el acto organizado por Jaime Mayor en Valladolid, el principal orador fue, precisamente, Rodrigo Rato. Ocurrió algo curioso. El vicepresidente segundo, al "hablar de cosas serias", como le aconsejó Aznar, parecía más presidenciable que al comentar su plan de belleza al periódico Abc el domingo 5. Rato explicó que el PP había conseguido reducir el paro en España y que esta era, de hecho, la medida del progreso, y explicó que en las comunidades autónomas donde gobiernan los populares hay menos paro que en las gobernadas por los socialistas. Al referirse al secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, ironizó sobre su plan de convocar a 500 expertos para hacer "un diagnóstico a fondo de la sociedad y proponer las mejores ideas para el futuro colectivo de España". Rato vino a decir que ello demostraba la falta de ideas del PSOE y que "esperaba conocer las conclusiones de los expertos para comparar con el programa del PP".

Pero no se limitó a explicar con detalle las ventajas económicas de votar al PP; también se metió en la arena política. "Hace 20 años que planteamos el cumplimiento íntegro de las penas por parte de los terroristas; hace 20 años que proponemos medidas contra la delincuencia y la reincidencia; son otros lo que se suben ahora al carro", señaló. Rato, asimismo, habló del programa del PP sobre las libertades en el País Vasco.

Si días antes había anunciado su disposición a ser el candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Rato se decidió ayer, en Valladolid, con Jaime Mayor Oreja a su lado, a demostrar que no va de farol.

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