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Reportaje:FIN DE SEMANA

En coche por la Marina Alta

Rumbo a los pueblos del alicantino valle de Laguar

Miguelete Cachapí dirigió la vuelta en carro por la Marina Alta durante años. Empezó en los ochenta con cuatro nostálgicos carreteros y acabó reuniendo un centenar (algunos, con sus esposas), a los que incluso llegó a embarcar en el puerto de Denia con rumbo a Ibiza, donde lo cierto es que no se les había perdido nada. Un año, justo el anterior al naufragio de la vuelta, los vi atracar a todos en el puerto de Moraira y aquello no fue fácil olvidarlo: con sus blusas negras, sus gorras de visera, sus látigos y su gavilla de alfalfa, los carreteros de Cachapí parecían seres de otro mundo. En realidad, lo eran.

Ya no hay vuelta comparable a aquélla por los pueblos de la Marina Alta. Pero Miguelete Cachapí no ha tenido inconveniente en acompañarme (mejor dicho, en dejar que yo le acompañe) a tres de esos pueblos a los que uno llega por caminos que son como los parientes pobres de las carreteras turísticas, a los que no ha llegado el cemento vertical y el ungüento horizontal de las playas de la Costa Blanca.

Cachapí dice que este paseo invernal conviene iniciarlo temprano a fin de que, cuando el sol se ponga caliente, lo sintamos como un huevo frito caído en la loza limpia de un cielo abierto que saca brillo a los bancales de piedra y los hace parecer catedrales románicas con olivos, almendros, cerezos y algarrobos subidos al altar.

De manera que quedamos citados en un pequeño pueblo llamado Senija, a tiro de piedra de la autopista A-7, pueblo en el que el principal monumento histórico es precisamente una piedra de proporciones notables que rememora el intercambio de esa variedad de proyectil que lanzaban los vecinos de aquí a los vecinos de Benissa. La guerra duró cien años, según el amenísimo historiador local Bernardo Capó, y el motivo de la misma era académico: a falta de escuelas propias, los de Senija tenían que enviar a sus hijos a las de Benissa.

No hay tiempo para visitar la famosa piedra, dice Miguelete, así que él mismo propone que nos dirijamos hacia el valle de Llíber, lo que hay que hacer atravesando, casi sobrevolando, los bancales milenarios -éstos sí, auténticos monumentos-, que, por desgracia y para vergüenza general, se desmoronan poco a poco, irremediablemente, mientras algunas festivas alcaldías del entorno juegan al dominó con promotores y constructores de rentables urbanizaciones, todo ello cuando se habla de patrimonios de la humanidad y de turismos culturales: pues aquí lo tienen, no hace falta recrear tierras míticas en las afueras ajardinadas de Benidorm.

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Los turistas ya saben que en Xaló existe una cooperativa que vende un poco de todo, con vino que es una mezcla de vinos, y embutidos que son una gloria tradicional, aconsejables hasta en tiempos de Cuaresma. En toda esta comarca se cría buen cordero y se mata el cerdo a la perfección, se bebe mistela de la mejor calidad (la de Teulada supera al resto) y se endulza el paladar cristiano con inventos culinarios heredados directamente de los moros. Alrededor de Alcalalí abundan los restaurantes típicos con menú en varios idiomas, pues los numerosos residentes extranjeros que disfrutan del microclima (ya no de los precios) de esta franja de litoral son asiduos y devotos clientes.

Ahora contemplamos desde la carretera una formación montañosa muy arrogante denominada Coll de Raptes. Llegamos a Parcent, y Miguelete dice que hemos de echar a cara o cruz la visita a un music hall abierto ya a las 8.30 o la visita a la iglesia rematada por un extraño torreón al estilo morisco. No hay duda: la moneda nos empuja al music hall, que ofrece un espectáculo de aceitunas bailando en sus platillos, tortillas de todo tipo y embutidos irresistibles. Miguelete se pide un licor para entonar el estómago. Las mesas del music hall van llenándose de obreros con hambre y buen diente, y si sonara una banda, podríamos creer que estamos en una especie de casino de tiempos pasados -que es precisamente lo que fue este local- y no, como estamos, en un bar de pueblo de arquitectura sorprendente donde la pasión se centra en el llamado almorsaret, una verdadera comilona que empieza a las nueve de la mañana y se prolonga por turnos hasta el mediodía.

En Orba debemos hablar con los artesanos del barro cocido, que corren la misma suerte que los bancales de piedra: también se desmoronan porque mucho de lo que hacían viene de alfareros marroquíes, y a precios más ventajosos.

El valle de Laguar

Y luego nos metemos, camino arriba, hacia los tres pueblos del valle de Laguar, a saber, Campell, Fleix y Benimaurell, que, aun siendo tres, tienen una sola y misma divinidad municipal, un alcalde único, comunista, llamado Joan Josep Pujol, a quien los vecinos (en total, 900) han reelegido en dos ocasiones. Pujol nos espera en un bar del pueblo de en medio, Fleix, donde nada más llegar intercambiamos morcillas caseras y grandes bocadillos muy apreciados por los practicantes del senderismo, que es la oferta principal del enclave, además de las cerezas.

Aquí mismo se abre el pavoroso Barranc de l'Infern, que juega muy malas pasadas, aunque suministra emociones intensas propias de un deporte que, aseguran, tiene cada día más seguidores.

Miguelete cree que sobra y basta con asomarse al barranco para experimentar el vértigo que, es cierto, se acompaña de una sensación de desamparo y de extravío muy superiores a las de las gigantescas montañas rusas.

En el alto peñasco denominado Cavall Verd se refugiaron los últimos moriscos después de librar una feroz batalla que dejó estos senderos llenos de muertos. Los que sobrevivieron fueron embarcados en Denia con destino a Orán. La zona fue repoblada a comienzos del siglo XVII con habitantes procedentes de Mallorca, por lo que -según refiere Miguelete y atestiguan otros estudiosos- también en estos pueblos se produce la mejor sobrasada mallorquina, fuera de Mallorca.

Al final de la vuelta, que bien pudimos haber efectuado en carro, nuestros estómagos estaban repletos de un variado y abundante amasijo de alimentos multiculturales, y sólo faltaba saludar al alguacil (policía no existe), que desempeña todas las funciones imaginables propias del cargo: recados y avisos de la alcaldía a domicilio, lectura de contadores de agua, tramitaciones funerarias (hay tres cementerios, cada pueblo el suyo) y un largo etcétera.

Vista general de Campell, en el valle de Laguar (Alicante), en cuyas colinas se aprecian los bancales de cultivo.
Vista general de Campell, en el valle de Laguar (Alicante), en cuyas colinas se aprecian los bancales de cultivo.JESÚS CISCAR

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

La autopista A-7 y la carretera N-332 atraviesan de norte a sur la comarca alicantina de la Marina Alta, entre Denia y Calpe.

Dormir

- Casa del Maco (965 73 28 42). Pou Roig. Antiguo caserío en el valle de Lleus. La habitación doble, 66 euros; 99 euros en temporada alta.

- Hotel Buenavista (965 78 79 95). Partida Tossalet, 82. Denia. Casona mediterránea con vistas al parque natural de Les Marines. Habitación doble, 153,27 euros.

- Hotel Romano (966 42 17 89). Cid, 3. Denia. A los pies del castillo árabe, entre ruinas romanas. La habitación doble cuesta 96 euros.

- Cases de Sant Jaume (966 49 90 75). Partida Paralella, 44. Benissa. La habitación doble, 100 euros.

- Villa Mediterránea (965 79 52 33). León, 5. Jávea. Lujoso hotel de aires mediterráneos. Habitaciones dobles a partir de 201 euros.

- Información y reservas de casas rurales en Alicante: www.comunitat-valenciana.com y www.alicantetotal.com.

Comer

- Tasca Trenco (965 73 11 81). Juan de Juanes, bajo 2. Benissa. Especialidades: arroces con coliflor, bacalao y espinacas, y caldereta

de pescado. Menú de la casa:

16,85 euros; menú diario: 10 euros.

- Casa Cantó (965 73 06 29). Avenida del País Valencià, 223. Benissa. Arroces y pescados. Menú de la casa, 22,75 euros; menú marinero, 51 euros.

- Drassanes (965 78 11 18). Puerto, 15. Denia. Especialidades marineras y arroces. Menús de degustación entre 13,97 y 15,93 euros.

Información

- Oficina de Turismo de Denia (966 42 23 67). www.denia.net.

- Más información sobre la comarca de Marina Alta en Internet: www.marina-alta.com.

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