Grabar el volumen

Se cuenta que Donatello no permitía tocar una herramienta a los aprendices que entraban a trabajar en su taller de escultor hasta que adquirían pleno dominio del dibujo. Esto les permitiría dejar de ser considerados unos meros trabajadores mecánicos que castigaban la piedra con cinceles o que se ensuciaban las manos con el barro de modelar para ser considerados, junto a los alabados pintores, dentro de la categoría de artistas del disegno. Desde entonces distinguimos un tipo particular de dibujo que es propio de los escultores, caracterizado por su fuerza expresiva, su voluntad de volumen y sus rasgos contundentes. Cuando el escultor portugués José Pedro Croft (Oporto, 1957) realiza dibujos, estas características y rasgos aparecen con toda su evidencia. Se trata, efectivamente, de líneas contundentes que perfilan volúmenes prismáticos y recortadas superficies opacas, muy en la línea esencialista de los dibujos de otros escultores contemporáneos, tales como Richard Serra o Sergi Aguilar.

Junto al dibujo, el grabado suele ser una buena ocupación complementaria del escultor. Grabar es una actividad muy próxima a la talla, se trata de realizar incisiones sobre superficies duras, tales como metales o maderas. Aunque las innumerables y versátiles técnicas actuales de grabado alejan ahora a éste del paralelismo mecanicista con lo escultórico, son muchos los escultores que, como José Pedro Croft, están desviando parte de su actividad creadora hacia el arte del grabado. La serie de él que ahora se presenta, ejecutada en el año 2001 en Barcelona, está formada por 10 dibujos muy sencillos de los que se han estampado tres impresiones diferentes de cada uno. Una con contundentes líneas, en tinta negra, que perfilan siluetas de formas prismáticas, otra, en tinta roja, que muestra las superficies de algunas caras de los prismas, y una tercera, en la que se superponen las dos anteriores, muestra la figura completa, con sus aristas y superficies. Los 30 grabados que resultan de este trabajo han sido recogidos en un hermoso libro que, además, contiene unos poemas que la historiadora y crítica de arte Aurora García ha escrito para acompañar estas estampaciones.

Los juegos de contorno, superficie y volumen que muestran estas obras recrean y afirman las formas y volúmenes con los que Croft viene trabajando desde 1998, muy particularmente las esculturas que materializa en hierro galvanizado y que acompaña con espejos, extendiendo así a través de la obra gráfica los límites de su mundo plástico. Se trata de unos grabados que no permiten concesiones, en los que el artista ha renunciado a cualquier tipo de efectos pictóricos, para lo cual ha tenido que desarrollar las cualidades específicas de algunos elementos, como la línea, el plano y el volumen. Con estos elementos primarios, construye un mundo sobrio y silencioso en el que lo opaco, lo translúcido y lo reflejado se dan cita sin caer en el trampantojo ilusionista. Muy por el contrario, estas obras muestran la voluntad de conseguir la imagen de un orden contundente, la capacidad de mesurar el espacio y de extraer de él sus posibilidades gráficas que son presentadas con la contundencia de un volumen construido.