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Columna
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Arenín buzonea

Compungida, en verdad, se hallaba la Corte tras los tristes sucesos de Galicia.

- Es el Maligno, que no cesa -sentenció cabizbajo el adalid de la cristiandad. Un suspiro dedicó al retrato de su homónimo, el santo Marqués de Peralta. Y Arenín, el fiel escudero, secundó con un cabeceo de resignación. Después de prolongado silencio, en el que pudo escucharse el murmullo de un íntimo rezo sobre fondo de cuervos crascitando: - ¿Qué me traes en esta hora aciaga? -demandó el Príncipe.

- Un borrador de la carta que, por acuerdo del Alto Consejo de la Patria, hemos de remitir a todos vuestros súbditos, denunciando las malas artes de Zapatón el Bonito en el pegajoso asunto del Prestige.

- ¿Sólo eso? -Muy sorprendido quedó el andaluz, que apenas pudo balbucear monosílabos. -¿Y de Chavelón el Malo, no diremos nada?

- ¡Por supuesto, mi amado Príncipe! -saltó de gozo el gaditano.- ¡Qué torpe soy!

- Torpe y olvidadizo. -Abatido por tan severa admonición, el escudero agachó la cabeza, sin más. No se le alcanzaba, empero, cuál era la verdadera olvidanza a que aludía el Príncipe.

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- ¿Y qué se te ocurre que podríamos decir para iluminar a esos pobres moriscos de ahí abajo?

- Pues..., lo que afirma sin cesar nuestra amada Teofinda: que a Chavelón no le conviene acuerdo alguno con Vuestra Magnanimidad, para proseguir con la táctica de la confrontación.

- ¿Tú crees? -Arenín volvió a quedar en suspenso, ya escarmentado de las afiladas preguntas anteriores.

- ¿Por qué no repasamos los hechos? A ver, ¿cuándo fue que enviamos la contraoferta, aplazando hasta junio el traspaso de las llamadas políticas de empleo? -El escudero rebuscó presuroso en sus papeles. - No te canses, fue justo el 27 de diciembre.

- ¡Qué memorión, Jefe!

- Deja ahora el peloteo, que me distraes. ¿Y cuándo llegaría esa misiva?

- El 28 sin falta.

- Conque...el 28. Y dime más: ¿cuándo fue que el tal Zarrías, el pequeñín, anunció que el día anterior se había producido acuerdo sobre las deudas pendientes del Estado con los andaluces? -El interpelado tornó, nervioso, a sus papeles. -No te canses. Fue justo el 29. ¿Y cuál era la fecha anterior?

- El 28..., ¡día de los Inocentes!-exclamó Arenín, comprendiendo.

- Claro, hombre. ¿Ya no te acuerdas que el año pasado te gasté a ti mismo una inocentada a propósito de esos infieles, haciéndote creer que habíamos de transigir con sus torpes demandas?

- Cierto, señor -admitió el de Olvera, definitivamente turbado.

- ¿Sabes qué pienso? -Ni pío dijo ya el otro. -Pues que algunos moriscos no estáis capacitados para la broma de alto nivel. Menos mal que tenemos la majadería esa de que a Chavelón no le interesan los acuerdos conmigo. ¡Qué más quisiera ese zoquete que yo le entregara, así por las buenas, 720 millones de nuevos maravedíes! Ni que tuviera yo un colocón de Anís del Mono, je, je.

- Vuestra inteligencia me anonada, señor. ¿Qué puedo hacer para reparar mis torpezas?

- Pues ponerte tú mismo a buzonear la cartita esa por todo el territorio andalusí. A ver si espabilas, con la que te van a dar.

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