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Columna
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La sotana de Zaplana

Cambiamos de año bajo el síndrome de Sandra, o la sotana de Zaplana, tanto monta, monta tanto. Lo que nos está pasando con Eduardo Zaplana empieza a parecerse a lo que le ha sucedido a Sandra Vega Martínez con su marido, Jordi Barangué. Sandra se enteró de que estaba casada con un cura al pedir la separación. Los valencianos empezamos a descubrir qué clase de presidente teníamos, en cuánto se ha sacudido el polvo de sus zapatos y se ha ido a Madrid.

Ambos, el ex cura Jordi y el ex presidente Zaplana, coincidieron en el Benidorm de finales de los años ochenta y de principios de los noventa. Sin embargo, las vidas paralelas de estos dos personajes, caracterizados por su capacidad de seducción, siguieron en el tiempo por espacios y circunstancias bien distintas. Según la información facilitada por el Obispado de Orihuela-Alicante, la administración diocesana tuvo conocimiento de la boda del padre Jordi el pasado 5 de diciembre, a través de una conversación telefónica con su esposa Sandra, quien un par de días después remitió la correspondiente acta matrimonial. Habían contraído matrimonio hace siete años en Neiva (Colombia). En mayo de 1997 tuvieron un hijo.

Hoy en día, constata el escritor siciliano Andrea Camilleri, causa impresión ver curas con sotana; en general visten como empleados de banca o como punkies. En efecto, en eso, el Benidorm de Eduardo Zaplana también se diferenciaba poco de la Sicilia del comisario Montalbano, el personaje de Camilleri. "Ayer", decía un periódico local evocando al padre Jordi, "aún era recodado en Benidorm por ser el cura que nunca se desprendía de su sotana, ni cuando jugaba al tenis en un conocido club del municipio... una imagen habitual era verle con su sotana frecuentando locales de ambiente homosexual donde iba para tratar de que sus clientes volvieran a la buena senda". El cura Jordi permaneció en Benidorm hasta 1994, el año en que Eduardo Zaplana deja la alcaldía para hacerse con la presidencia de la Generalitat, condenar al baúl de los recuerdos el prêt-à-porter de los socialistas y marcar su impronta con trajes y camisas a medida, dotados de singulares bolsillos.

Ahora, cuando Sandra se entera, merced al Arzobispado, de que su marido es un cura de muchos latines, nosotros descubrimos, gracias a la Sindicatura de Cuentas, que Zaplana está pringado hasta las cejas por el chapapote presupuestario: endeudamiento desbordado, que con relación al PIB es el mayor de España, gran agujero contable, notables ingresos ficticios y una gestión marcada por las irregularidades, las adjudicaciones a dedo y los contratos opacos con asesorías y empresas paralelas. Vamos, que lo que ha dejado a los valencianos como herencia es una marea financiera tan negra que, por contraste, deja inmaculada la sotana del padre Jordi. Y a pesar de todo, como diría otro padre Jordi cualquiera aplicado en su ministerio, lo peor del asunto, es que falta el más mínimo propósito de enmienda, que ante lodazales de este calibre siguen utilizando el "y tú más" dedicado a sus adversarios a modo de exculpación. Con lo cual, como muy bien pudo decir el clásico, lo que antes eran vicios, ahora amenaza con ser costumbre.

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