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LA VENTANA DE MILLÁS

Bumerang

La tarde en que nos marchamos del pueblo de la abuela, le robé una paloma a Julián y le puse un anillo con mi nombre en la pata. A mi padre le dije que me la había regalado. Fueron seiscientos kilómetros aguantando la jaula sobre mis piernas. Un día, mientras limpiaba el bebedero, dejé la puerta abierta y la paloma se escapó; lloré durante toda la noche. A la semana siguiente llegó a casa una carta de Julián. Dentro del sobre sólo había una pluma blanca y un anillo roto con mi nombre escrito en él.

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