La vida rota de María Escribano
El pasado día 21, la joven música española perdió uno de sus valores más significativos y mejor referenciados: María Escribano (Madrid, 24 de enero de 1954).
No fue nunca María una buscadora de notoriedad o una personalidad de las que arman ruido. Toda su obra responde a los dictados de su vocación y a su visión de las cosas que, por otra parte, coincide con la de otros autores españoles de su generación, la clasificable como de 1961.
Sin apresuramiento alguno, María Escribano multiplicó los estudios que contribuyeron a una formación amplia con primer capítulo en el Conservatorio de Madrid. La Orquesta Nacional programa en 1975 Muñecas de mimbre y tres años después el Festival de Montepulciano Sin seso, para conjunto instrumental, mientras José Ramón Encinar y el Grupo Koan llevan a Saintes el Concierto para Imma. El final de la década de los setenta supone un nuevo paso en la evolución, pues durante su residencia en Francia, formando parte del Roy Hart Theatre, ensaya con tino diversos espectáculos músico-teatrales: Le roi se meurt, de Ionesco, o Le chien de Dieu, de Isaac B. Singer.
El estudio y práctica de nuevas formas musicales de comunicación con el público infantil da por resultado la serie Cuentos y canciones de la media lunita. Todas estas actividades cuentan con María no sólo en su calidad de compositora, sino también en funciones de actriz e intérprete musical. Camino que conduce las inquietudes de María y su entera dedicación a la creación y a la pedagogía. Su labor al frente de la Escuela de Música del Valle del Tietar (Ávila) recibe en 1992 la calificación de modélica por parte del Ministerio de Educación, que no tardará en extenderse a la Comunidad de Madrid o a la Universidad de Carnegie Mellon, en Estados Unidos. Ahora, de pronto, el silencio, la no vida, el viaje sin retorno y la sustitución dolorida del es por el fue.-
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