Toda la transvanguardia
Después de haberse reapropiado (conceptual y prácticamente) del arte povera con una importante adquisición y la relativa exposición (Arte povera in collezione), el Castello di Rivoli de Turín, el museo de arte contemporáneo más importante de Italia, ha dirigido sus esfuerzos hacia el otro movimiento clave para la comprensión del arte italiano de la segunda mitad del siglo XX: la transvanguardia. Hasta el 23 de marzo, el Castello presenta la exposición más importante realizada hasta ahora sobre esta corriente artística, comisariada por la directora del centro, Ida Gianelli. Titulada sencillamente Transvanguardia, término que acuñó el crítico Achille Bonito Oliva en 1979, la muestra recoge 80 obras, unas 15 por cada uno de los magníficos Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola de Maria y Mimmo Paladino.
TRANSVANGUARDIA
Castello di Rivoli. Turín (Italia) Hasta el 23 de marzo de 2003
"Hemos propuesto una visión filológica del movimiento, para reconsiderarlo en su conjunto desde una perspectiva histórica rigurosa y a través de una serie de obras especialmente relevantes del primer periodo. En este momento formativo, que va desde 1979 hasta 1985, los cinco artistas realizaron obras originadas por una inspiración común, fundada en el deseo de retomar un discurso interrumpido por las investigaciones artísticas inmediatamente precedentes", explica Gianelli.
Al rigor ideológico a veces desapasionado y moralista del arte conceptual y del arte povera, la transvanguardia opone la autonomía artística de una pintura vitalista, llena de colores, emociones y sugerencias. "Tras la impersonalidad de la expresión del arte político de los años sesenta, la transvanguardia recobra el placer de una manualidad no separada del impulso conceptual. La idea que les mueve es la de la deriva, un movimiento sin direcciones preconstituidas", afirma Bonito Oliva, a quien, además del bautizo, se debe la teorización y contextualización del grupo.
Después de mucho tiempo, con la transvanguardia, el arte italiano vuelve a conquistar la escena internacional y alcanza el éxito comercial y el reconocimiento de los grandes museos. La consagración viene en 1980, con una muestra itinerante de la Kunsthalle de Basilea al Stedelijk de Amsterdam.
Por supuesto, una afirmación
tan prepotente tuvo también sus opositores, como la crítica americana de planteamiento sociológico que los tachó de exponentes de la cultura reaccionaria y del regreso al orden. "No hay ningún regreso al orden, si se da a este término un valor ideológico, sino una meditada, aunque no común, revalorización de los instrumentos tradicionales. Probablemente su mayor aporte reside en su recuperación radical de un discurso subjetivo y en su creación de un lenguaje capaz de hablar del ser, de su mundo interior, de sus fantasmas y sus pasiones", dice Gianelli, subrayando la influencia de la transvanguardia en artistas como David Salle y Julian Schnabel en Estados Unidos, Miquel Barceló y José María Sicilia en España y su contribución a la recuperación de nombres hasta entonces poco valorados como Georg Baselitz o Anselm Kiefer.
Una planta de la Manica Lunga (la espectacular construcción de cuatro plantas, que mide más de cien metros de largo y siete de ancho) acoge las obras de los cuatro artistas más vinculados a la figuración, mientras que las poéticas abstracciones de Nicola de Maria se exponen en otras salas. El recorrido empieza con los personajes musculados de Chia que emergen de densos universos de color y continúa con las telas de Cucchi, el más visionario y onírico del grupo: mares negros o en llamas, héroes sin cabeza, calaveras y pianofortes. Una escultura da paso a las grandes telas de Paladino con rojos y amarillos encendidos, figuras fantasmales y máscaras de yeso inspiradas en la tradición gótico-longobarda de su tierra natal. La última sección está dedicada a Clemente, con sus inquietantes autorretratos y las pequeñas acuarelas de los cinco sentidos, tan perversas y blasfemas, que encierran la misma fuerza de los grandes formatos, donde la fascinación por la cultura de la India se mezcla con su identidad profundamente urbana.
Gracias a un relevante grupo de obras, adquirido una vez más gracias a la financiación de la Fondazione CRT, el Castello di Rivoli se convierte en el principal coleccionista de este movimiento. "La iniciativa de la Fondazione CRT resulta importante ya que los museos italianos raramente han sabido comprar a tiempo las obras de sus mayores artistas. Las instituciones culturales italianas son débiles y esta debilidad afecta a los artistas", concluye Gianelli.
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