Clemente acaba con las medias tintas
El nuevo técnico del Espanyol se hace fuerte con los veteranos y prescinde de los jóvenes
Llegó Javier Clemente a Montjuïc y comenzó la diversión. Se acabaron las medias tintas, las decisiones timoratas, la aparente resignación ante una situación crítica. Pese a su inactividad de los últimos tiempos, el técnico vasco no ha perdido ni un ápice de ese halo autoritario y polémico que siempre le ha acompañado allá donde ha entrenado.
Ayer, en su primer contacto con la plantilla blanquiazul y con los numerosos periodistas que aguardaban su llegada, Clemente quiso mostrar su cara más amable. Sin embargo, su primera decisión ya dio una idea de cómo se las gasta. Ni un cuarto de hora esperó para cobrarse sus primeras víctimas en el vestuario. Hacia la puerta de salida, con destino a la Ciudad Deportiva de Sant Adrià, desfilaban cabizbajos, con sus bártulos, botas en mano y ojos vidriosos, Jonathan, Jarque y Crusat. Su aventura en Primera se había terminado. Sin pensárselo dos veces, Clemente determinó que los tres canteranos que hasta ayer se entrenaban con el primer equipo -todos habían debutado- dejarían de hacerlo. ¿Para qué esperar más?, debió de pensar el técnico. Así que ni siquiera les concedió el beneficio del primer ensayo. Jarque, que había llegado un poco tarde, no pasó ni dos minutos con el nuevo técnico del Espanyol, el tercero de la temporada tras Juande Ramos y Ramon Moya. "Es imposible entrenar con una plantilla de 29 jugadores", argumentó Clemente. "He prescindido de los jóvenes porque tienen ficha del filial. No es justo que jugadores profesionales que no han cometido ninguna falta queden apartados". De modo que, el excedente de jugadores del que tanto se había quejado Moya durante dos meses, lo resolvió Clemente de un plumazo. Sólo Bertrán y Gorka, el tercer meta, se han salvado de la criba. Al técnico vasco le convenció la actuación de Bertrán ante el Betis y, "como no vamos sobrados de laterales", le ha mantenido en el primer equipo.
El joven lateral se debió de quedar patidifuso cuando vio a sus compañeros desfilar y después escuchó la pregunta de Clemente: "Pero vosotros ¿sois buenos o no? Definíos", espetó el técnico a toda la plantilla. La respuesta fue unánime: "Lo somos". Y la réplica contundente: "Y entonces ¿por qué está tan mal el equipo?". En el vestuario del Espanyol se hizo el silencio. No hay respuestas para una situación tan extrema. El conjunto blanquiazul, décimonoveno en la clasificación, con tan sólo 10 puntos en 13 jornadas, necesita casi de un milagro. "Yo no vengo a salvar al Espanyol", aclaró el técnico vasco. "Son los jugadores los que tienen que hacerlo. Yo sólo los puedo orientar y que conste que conmigo el que no curra no juega".
Cómo piensa, lo que le gusta y lo que no, su forma de trabajar y alguna que otra cosa más se las explicó Clemente a sus nuevos jugadores durante una hora y 45 minutos encerrados en el vestuario. Después, durante una hora y media, quiso ver cómo se desenvolvían sobre el terreno de juego. Dio órdenes, consejos, corrigió posiciones -por lo que se vio en el ensayo, podría optar por un 4-1-3-2- charló con Tamudo, mientras Moya, su segundo ahora, miraba desde la banda y Daniel Sánchez Llibre, el presidente, desde la grada. La primera impresión general del técnico vasco fue, por lo que dijo, buena. Incluso dispensó elogios a Iván de la Peña. Al eléctrico centrocampista, que se había caído de las dos últimas convocatorias de Moya y parecía destinado a abandonar el equipo en diciembre, se le puede haber abierto una nueva puerta. "Es un jugador cojonudo", dijo Clemente. "Conmigo ya jugó muchos partidos en la sub 21 y ahora tiene que ser importante para él mismo y para el equipo".
Clemente inicia así su tercera etapa en el Espanyol (ya estuvo en 1986 y en 1992). Acude a la llamada desesperada del club porque no le gusta estar inactivo; porque le tiene "cierto cariño" a la casa; y porque vivir en Barcelona le "encanta". Se conforma con la plantilla que tiene, "la mejor de Primera", porque es la suya y considera que las 25 jornadas que le restan son suficientes para sacar al equipo del pozo de la tabla. En 1992, cosechó 24 puntos en 17 jornadas y salvó al Espanyol del descenso.
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